Reyes Monforte

Jaque mate feminista

La Razón
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La científica italiana y Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1986, Rita Levi-Montalcini, pensaba que las mujeres que han cambiado el mundo no han necesitado nunca mostrar otra cosa que su inteligencia. En los últimos días, hemos visto dos ejemplos de cómo se muestra esa inteligencia , siempre acompañada de coraje y determinación. Por un lado, la primera ministra, Katrin Jakobsdottir, aprobó una ley– la primera en todo el mundo– que establece la paridad de género a nivel de sueldos. Por otro, la campeona de ajedrez, Anna Muzychuk, rechazó acudir al Campeonato Mundial de Arabia Saudí en protesta por la violación de los derechos de la mujer en el país. Se plantó antes las condiciones indignas y discriminatorias: se negó a vestir velo, a ser una ciudadana de segunda y a tener que ir acompañada por un hombre si quería salir a la calle. Ha perdido sus títulos y premios de hasta 150.000 euros por su decisión. Pero ha ganado en dignidad, en principios, en feminismo. Así se demuestra el feminismo y la defensa de la dignidad de la mujer. Ninguna de estas dos mujeres ha necesitado desnudarse y asaltar instituciones o templos sagrados, y lejos de tener poca visibilidad, han gozado de toda. Pensar que la mejor manera de visibilizar la lucha por los derechos y la dignidad de la mujer es mostrar su cuerpo desnudo, es algo antiguo y rancio, incluso machista, y está visto que no funciona más allá de los fuegos de artificio. Muzychuk podría haber echado mano de la hipocresía interesada del futbolista Xavi Hernández, diciendo que Arabia Saudí no es un país democrático pero la gente es feliz. Sin embargo, ya que alzas la voz por ti y por los derechos colectivos, es bueno no provocar vergüenza ajena. Esta mujer de 27 años es un ejemplo para los políticos, monarcas y empresarios perdidos en políticas y reinados de avestruz solo para obtener contratos millonarios. Que tomen notan y dejen de apretar manos en países donde se violan los derechos humanos. Sin unos buenos principios, como sin unos correctos pilares, la sociedad, como el edificio, se desmorona. Claro que es difícil, pero como decía Nelson Mandela, siempre parece imposible hasta que se convierte en realidad.