Alfonso Ussía

José Miguel

De mis muchos y buenos recuerdos de mi etapa en ABC, José Miguel Santiago Castelo ocupa la cumbre. No era José Miguel, como algunos han escrito, un periodista fundamental en ABC. Era el ABC. Su archivo, su memoria, su señorío, su talento, su escuela, su lealtad y su clase. Decía Antonio Mingote que José Miguel representaba la continuidad de Juan Ignacio. Fue uno de los más jóvenes leales a Don Juan de Borbón. Conocí a José Miguel en Estoril, cuando no habíamos cumplido los dieciocho. Nacimos en el mismo año y nos lo celebrábamos habitualmente. En su despacho de ABC, tan ordenado desordenadamente como desordenado dentro de un orden, su preciosa fotografía de Don Juan, de almirante pensativo con la Bandera de España en su ángulo superior izquierdo. Un poetazo. Elegante, limpio, tronante, señor en el trato y en la vida. Su lealtad a la Corona, al ABC y a la familia. A la familia de ABC, me refiero, siempre al lado del «Patrón» y de las «niñas». Todos los directores de ABC contaron con su lealtad y su apoyo, y para todos fue imprescindible. Fallecido Guillermo –hablábamos habitualmente–, tuvo alguna desavenencia. «Si no fuera por las niñas –Catalina y Soledad Luca de Tena–, lo mandaba todo al carajo». Fue y es y será un poeta mucho más hondo e importante de lo que se le ha reconocido. José Miguel era de derechas, monárquico y creyente, y eso no se perdona en el mundillo literario que concede las bulas. Tampoco se lo reconocieron a Foxá, al que José Miguel adoraba literariamente. –Don Agustín, ¿ Y usted por qué es de derechas?–; –soy conde, gordo, diplomático, me gusta beber, me gusta comer y tengo algo de dinero, ¿qué coños quiere usted que sea?–.

Reivindicador permanente de Pemán y de Ruano. Pero su debilidad y fortaleza, más que en el periodismo, estaban en la Poesía, así con mayúscula, como su talento.

Aquella gran carcajada. Se descubría en la nueva sede de ABC un busto de Don Juan III, que así lo llamábamos. Asistió Don Juan. Hablaba el «Patrón» y nos juntamos José Miguel, Vicente Zabala y el que escribe. Era Director de ABC Luis María Anson. Vicente, también viejo «juanista», reparó en un detalle de gran importancia: «El del busto se parece mucho más a Manolo Bienvenida que a Don Juan». A partir de aquel día, José Miguel y el arriba firmante, nada dudosos en sus lealtades monárquicas, al pasar junto al busto que se halla en la gran antesala de la biblioteca de ABC, lo saludábamos con un «Hola, Manolo». Se lo comenté a Don Juan y rompió a reír: «Le dices a Vicente Zabala de mi parte que es un cabroncete, pero que tiene toda la razón. No soy yo. Es Manolo Bienvenida».

Sus poemas eran desgarradores, especialmente los reunidos en los catorce versos del soneto. José Miguel caribeño, muy habanero, antillano, como Antonio Burgos. Me visitó en mi casa, inesperadamente, cuando salté de ABC a LA RAZÓN.

–No me hagas esto, Alfonsito–. Pero entendió y asumió mis motivos y razones. Llamaba para felicitar si le gustaba un artículo. Una llamada rápida, medida, siempre afectuosa. O enviaba un tarjetón con su grafía perfecta, portentosa y equilibrada.

De golpe, aunque haya sucedido después de un largo sufrimiento, se ha ido. Se ha marchado quien jamás hirió, quien jamás despreció, y quien jamás negó el afecto a quien lo necesitaba. –Si yo fuera el Rey, José, te hacía Duque de la Granja de Torrehermosa. Es más, te nombro Duque de la Granja de Torrehermosa–. Días más tarde, él en ABC y yo en LA RAZÓN, sonó el teléfono de mi despacho en mi nuevo periódico. Y la telefonista: –Que le llama el Duque de la Granja de algo muy largo–.

Mi amigo, mi gran poeta, mi compañero de Estoril, mi refugio de ABC, mi ejemplo de elegancia y señorío en la vida, mi señor Duque de la Granja de Torrehermosa, que Dios te bendiga, te acoja y te premie por tu decente y buen pasar por la vida.