Joyería

Joyas reales II

La Razón
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Les dejé ayer en la salida precipitada de la Reina Victoria Eugenia con sus hijos, recogiendo lo imprescindible y dejando una serie de objetos que habían sido parte de su vida durante 50 años. Tanto es así que, previniendo cualquier tipo de violencia, la soberana, sus hijos y unos poquísimos fieles tomaron el tren que los conducía al destierro en El Escorial. Al tiempo, la llegada impensable y precipitada de la República fue un caos y, hasta que gente competente se hiciera cargo del Palacio Real, es posible que más de una –y por qué no, de uno– se quisiera llevar algún recuerdo. A través de la embajada de Gran Bretaña, se negoció con las autoridades republicanas la devolución de una serie de objetos personales de la soberana, con pruebas de ser de propiedad particular de la Reina. Fueron largas las negociaciones y la República aceptó devolver algunos cuadros familiares, muebles, pieles, ropas... En ningún caso se devolvieron joyas ni ningún regalo recibido por doña Victoria Eugenia en sus años de reinado. Esto fue posible porque la Reina era por nacimiento princesa real de Inglaterra, y el nuevo régimen no quería problemas con tan poderoso Estado. En el caso del Rey, no se hizo reclamación alguna sabiendo que en ningún caso iba a ser atendida. Se ha dicho que la famosa tiara lucida por doña Letizia era la más valiosa. No es así. En 1920 encarga a Cartier una tiara para regalar a su esposa. Con tal firma, las pocas que la casa hizo por encargo real, la diadema de gran riqueza tiene la particularidad de que en principio llevaba rematando las filigranas de brillantes unas perlas, que además eran desmontables, pudiendo ser cambiadas por diamantes o esmeraldas. Su actual propietaria, la Reina Sofía, siempre la ha lucido con las perlas. Es posible que les cuente el por qué de la propiedad de la referida tiara.