Alfonso Ussía

Juguetona

Al fin, después de varios siglos de observación y seguimiento, estoy en condiciones de confirmar el hallazgo. Ni frívola, ni inoportuna, ni innecesaria. Es una juguetona. Celia Villalobos es una juguetona compulsiva. Me la figuro, tras una jornada de agotador trabajo en el Congreso de los Diputados, entrando en su cálido hogar y proponiéndole a su marido, Pedro Arriola, jugar al «corre, corre que te pillo». Me emociona el afán de reencontrarse con los tiempos infantiles de muchos personajes fundamentales. Sea recordada la insistencia de Zapatero con Bambi. Y ahora entiendo el desajuste que se produjo en su ánimo cuando fue nombrada por Aznar ministra de Sanidad. Llegaba a casa y quería jugar a los médicos, cuando Arriola ya no estaba para esas travesuras infantiles. –Celia, ¿cenarás en casa?-; -no, Pedrolín, que estoy jugando al «tapatán, tapatín, el que se ría es tontín» con los portavoces de las minorías-. –Bueno, pero no me despiertes. Mañana tengo que madrugar. Me reúno en Sevilla con Arenas y Juanma-; -pues ya lo sabes, Periquillo. El que se fue a Sevilla, perdió su silla-. –Ja, ja, ja, eres genial Celia. Por eso te quiero tanto-.

No obstante, a pesar de su gran capacidad para el convencimiento, aún no ha conseguido su máxima ilusión parlamentaria. Jugar al «Trenecito» con todos los diputados, siempre que ella sea la máquina. Durán y Lleida es el más difícil de convencer. Celia, como máquina, quiere que la imitación onomatopéyica del sonido del tren sea «chucu, chucu», y el de la bocina «piiií piiií», en tanto que Durán y Lleida, de acuerdo con Quico Homs – al fin un acuerdo de Convergencia y Unión–, desea catalanizar la onomatopeya con un «chuca, chuca» y el silbato con «Pispás, pispás», lo que a Celia se le antoja inapropiado en grado sumo. Pero llegarán a una solución satisfactoria en las próximas semanas.

Me ha herido la reacción de la ciudadanía contra Celia Villalobos por presidir el Debate del Estado de la Nación mientras jugaba en su ordenador oficial al «Candy Crush», que es un juego divertidísimo, unos «marcianitos» evolucionados. En el Reglamento del Congreso no se hace mención alguna a la prohibición de jugar al «Candy Crush» mientras se preside una sesión parlamentaria. Y tampoco se contempla en ningún artículo reglamentado la recomendación a los diputados de que se abstengan de jugar en el hemiciclo. En el cercano ayer, cuando intervenía el canario Sagaseta, José María de Areilza y Antonio de Senillosa se dedicaban a jugar a las «batallas navales». Un inoportuno silencio de Sagaseta en plena perorata coincidió con un desgarrador grito del gran «Seni» -¡Hundido!-,con el que reconocía a Areilza que se había quedado sin portaviones. Y la gente no se puso como ahora con la juguetona de Celia Villalobos, que no ha hecho otra cosa que cumplir con sus obligaciones.

Porque la fundamental obligación de Celia dentro de la disciplina del Partido Popular no es otra que estar callada, aunque Celia sea desobediente y conflictiva. Pero a Rajoy le debe parecer graciosa, y no hay tu tía. Vicepresidenta del Congreso de los Diputados. A ver quién le tose en el PP. Juguetona y abortista. Y la mujer de Arriola.

No presidió nada, pero tampoco molestó a nadie. De haberse dedicado a la papiroflexia y molestado a los oradores lanzándoles aviones de papel durante sus intervenciones, podría entender el mosqueo general. También, en lugar de jugar al «Candy Crash» podría haber optado por ver una película porno, y eligió el «Candy Crash». Ese detalle es de aplauso y dice mucho a favor de ella.

Así, que menos tiquismiquis y más tolerancia con nuestra juguetona representante.