Ahora Madrid

La anticultura

La Razón
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Por cateta, como diría una operadora telefónica, sólo me sale Celia Mayer, la concejala de anticultura, o de agricultura, del Ayuntamiento de Madrid. Entiendo que Carmena no vaya a echar una cabezadita al teatro, igual que Rajoy no va al cine, que en eso soy más de la Reina. Sobre todo desde que lleva tiara, que es muy de Francisco Nieva, pelo de tormenta, vida alucinada. No tienen la obligación de que les guste un espectáculo. Pero la encargada de las artes, si no disfruta de la escena, por lo menos que no escupa sobre ella y la trate como una comida basura en un vientre estreñido. La señorita, señora o señoro Mayer debería besar por dónde se rotule el nombre de Max Aub o de Fernando Arrabal, y, sin embargo, se mueve en dirección contraria, asalta la capilla del templo de las artes e intenta cargarse al Dios de la muerte y el teatro pánico, como si en el Matadero se sacrificara a las vacas sagradas de las que no debe tener noticias porque no están en el temario de su vacua ideología. Los autores son para ella una lápida de almidón y la Cultura, un chiste de Dani Rovira. Lo más cerca que está Mayer del teatro es el esperpento, pero de privar en el callejón del gato, que Valle-Inclán debe sonarle a una soporífera clase de literatura que olvidó hace muchos años. Mayer no será nadie cuando deje su puesto, aupada por Carmena y sostenida por un PSOE que debería pedir su dimisión inmediata, mientras que Arrabal será eterno en el país de los borrachos díscolos y el universo de mentirijillas. A las naves del Matadero llegará podredumbre paritaria, a aquel lugar donde algunas noches hasta un texto de Shakespeare te obligaba a cogerte las pelotas para no llorar. Templo de la vanguardia y no una ciénaga para aprendices de la nada que es la cultura en manos de Podemos. Un mal sueño en el colchón meretriz de la comuna. Arrabal, patafísico, uno de los avatares de la modernidad, que tuvo el antojo de codearse con Bretón y Tristan Tzara y de caerse de bruces ante Sánchez Dragó con su milenarismo de chinchón. La torre herida por el rayo de Celia Mayer, qué hace una chica como tú en un sitio como éste, tiene que denunciar su purga en vida sin que una manifestación de vírgenes lo rehabilite. Y Aub, morir por cerrar los ojos ante el analfabetismo mustio y escandaloso de una edil que ni siquiera sabe pedir perdón a los Reyes Magos. Para llevar Cultura hay que vaciarse la boca y no llenarla de babas. Al cabo nada sabemos más que de los que saben. Si como recitaban los soñadores de Bertolucci en el desate del mayo del 68 todo lo nuevo es inmediatamente tradicional, la política cultural del Ayuntamiento de Madrid es ya parte de la chapuza nacional de la que bebieron genios como Berlanga y nos hizo infelices a los pobres mortales que por ello hacemos algo más que la O con un canuto.