Ángela Vallvey

La buena vida

La Razón
La RazónLa Razón

Para ser felices debemos intentar tener una vida buena. Y no creo que una vida buena sea lo mismo que una buena vida, por cierto. Vive bien quien ama la vida, quien tiene gusto por estar vivo y es consciente de lo extraordinario que resulta vivir. Hay que procurar vivir una vida libre de sentimientos de culpa. La mejor manera, la forma más sencilla de no vivir bajo el peso de la culpa es no hacer, omitir o decir nada que pueda ocasionar dicha conmoción; o sea: tener conciencia y mantenerla limpia. La conciencia es el cristal a través del que se mira la propia vida. Resulta imprescindible alejar el odio del corazón si se pretende ser feliz. El que odia no vive para ser feliz, sino para odiar, y el odio es una fuente inagotable de infelicidad porque resulta crónicamente improductivo y molesto como una tos seca.

La ira es otro obstáculo a la felicidad. Hay que domar el carácter, mandar sobre las emociones primarias. No ser esclavos de nuestro cerebro reptiliano. La vida es un adiestramiento interminable de la cabeza y el corazón. Aceptar que los desengaños y los fracasos son parte esencial de la existencia es un paso importante para madurar y aprender a vivir sin dolor. Encontrar seres a los que amar, y que nos amen, a lo largo del camino. Cultivar gustos y aficiones beneficiosos para uno mismo y los demás. No dejarse vencer por el miedo. Afrontar el porvenir con confianza, sin ser presa de la sospecha ante el mañana. Sentir respeto por aquellos que han hecho algo para merecerlo, y también por uno mismo. Y no dejarse avasallar ni dominar por terceros.

Seguramente una buena vida, una vida feliz, es la que, cuando termina, deja el mundo un poco mejor de lo que lo encontró.