Cataluña

La calderilla de Artur Mas

La Razón
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Érase un hombre que no se consideraba responsable de lo que ha sucedido en Cataluña. Que a la pregunta responde con un pío pío. Pasaba por allí, que decía la canción. Artur Mas, cabecilla primero de la revolución de las mentiras, enhebra ahora otro relato falso con el que tapar el anterior agujero, ese «procés» que quedó en mortaja. Los hombres como Mas, en general el completo del soberanismo, tienen una capacidad sobrehumana para perdonarse, tal vez por eso son muy de misa dominical. Confieso el pecado y hasta la semana que viene. Si Dios existe, se lo tendrá en cuenta. Hay que tener la estulticia como bandera para seguir «on the road» poniéndose ciego a titulares en vez de ponerse al buen resguardo de los monjes de Montserrat de por vida. Que mendigue una ayuda hasta el último momento para pagar la multa impuesta por el 9-N, el ensayo de la ópera final, parece una viñeta de Mortadelo y Puigdemont.

Tal vez estén sesgados, pero según los datos que airea la CUP, los anticapitalistas que le mandaron a contar nubes y sin los que no hubiera sido posible el cataclismo, una de cada cinco personas está en riesgo de pobreza en Cataluña. De hecho, según los adalides de la turismofobia y el boicot a las grandes empresas, hay 208.700 familias catalanas que viven sin ingresos. Si las cifras son inexactas, ¿qué hacía el partido del pedigueño pactando con unos manipuladores? Si por el contrario reflejan la realidad, aunque sólo fuera la mitad de esa realidad negra, ¿cómo se atreve un burgués de toda la vida a solicitar dinero para sí en vez de hacerlo para ayudar a sus compatriotas, aquejados de las políticas de recorte que impuso cuando gobernaba o por desviar fondos en embajadas fatuas que bien podrían desembocar en los bolsillos de los necesitados? Tenemos unas cuantas preguntas para usted. La inmoralidad, del susodicho y de los que mantienen abiertas las cuentas a buen recaudo para presuntos delincuentes, no conoce horizonte. Artur Mas reparte las culpas para que no le miren como ingeniero del desastre, pero no comparte los millones que le exigen por engañar a esos mismos que no tienen para calentarse en invierno. Es otra respuesta más a la rebelión de los que tienen el bolsillo lleno y aún deseaban que les rebosara. A ellos representa la estelada. Por eso, entre otras patochadas, no se entiende qué hace cierta izquierda pasteleando con este dulce de leche cortada. Bueno, se entiende pero no se comprende. Iglesias y las Colaus tocando palmas a los que tienen al menos una casa pagada para dejar en fianza al juez. ¿Y qué hay de los desahuciados? Todos desaparecieron para la alcaldesa de la varita mágica en cuanto llegó al poder. Ya no hay necesitados, salvo los ricos. Como los Pujol, que aún se besan de lo bien que lo hicieron, ¿cómo se atreve un mortal a pedirles explicaciones? Mas se creyó un Moisés que haría caer maná del cielo y no tiene ni la calderilla que le falta.