Asuntos sociales

La casa

La Razón
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Los que hemos tenido la suerte de nacer en una casa y de pasar en ella nuestra infancia no lo olvidaremos nunca. La casa es nuestra verdadera patria. Es el lugar donde alguien nos esperaba siempre. No hace falta que sea una mansión lujosa, aunque si es amplia y grande, mejor. Las casas no están hechas para contemplarlas sino para vivir en ellas, escribió Francis Bacon. De ahí el sinsentido de una casa vacía, como ocurre con mi casa de Sarnago, donde nadie espera ya a nadie desde hace mucho tiempo. Es fácil comprender el sobresalto que me produjo encontrarme hace poco en un periódico de tirada nacional con una gran foto de mi casa, ilustrando un artículo sobre la España deshabitada. Es conmovedor que mi vieja casa, una casa anónima, que resiste los inviernos a duras penas, se convierta en metáfora de la España vacía.

La foto está envuelta en una luz tenue, mortecina. El cielo es azul sin nubes, un azul pálido de quirófano o velatorio. No hay sombras. Destaca la fachada de cal y canto que da a la plaza, atravesada por cables de la luz y con cenefas de ladrillo en la ventana del cuarto nuevo y en el balcón, que un día estuvo poblado de geranios, clavelinas y campanillas azules, que cuidaba mi madre, y hoy aparece medio tapado con claro aspecto de abandono.

Debajo, la ventana de la cuadra, donde uno puede oír aún, con algo de imaginación, el relincho de los caballos. Encima, la tronera del somero, donde estuvo el granero y cantaban los pájaros. Siguiendo calle abajo, se ve, a la izquierda, el portalón medio abierto, con la puerta desvencijada y el tejadillo que corona la entrada, casi desmontado, con las tejas caídas. Detrás estaba el horno. Al fondo se adivina la sierra azul, que casi se confunde con el desvaído azul del cielo.

Entre las paredes de esta casa, construida en tiempo de Cervantes, vivieron y murieron una larga sucesión de generaciones. Yo soy el último superviviente nacido en ella. El día que nací, a la luz de un candil en el cuarto grande del reloj, nevaba y los españoles estaban en guerra.

Ya ni siquiera puedo retornar en el buen tiempo a dar una vuelta con mi hermano, que guardaba la llave y se acaba de ir más allá de las estrellas.