PSOE

La confianza prima

La Razón
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A veces las cosas cambian muy deprisa, no siempre para bien. En democracia las formas y los procedimientos pueden ser de gran importancia porque su cumplimiento garantiza en sí mismo no solo la legalidad de algo, sino su esencia democrática. Sin embargo, algunos mecanismos se han desnaturalizado, han dejado de ser garantes del necesario juego democrático de las instituciones u organizaciones para convertirse, en muchos casos, en instrumentos que se usan para la consecución de mayores cuotas de poder.

De esta manera, una moción de censura pierde su sentido originario, esto es, sustituir al presidente del Gobierno debido a la pérdida del respaldo parlamentario a su gobierno, por acaparar el protagonismo de unos minutos en televisiones y periódicos, a sabiendas de que no existe, ni de lejos, una mayoría parlamentaria dispuesta a sustituir al jefe del ejecutivo. El objetivo, sin duda, no es la sustitución del presidente, sino reemplazar al PSOE.

Otro ejemplo palmario lo representa el propio Congreso del Partido Socialista. A lo largo de su historia, el PSOE ha celebrado un total de 43 congresos federales, 38 ordinarios y 5 extraordinarios. Es el máximo órgano legislativo del partido, fija el programa y la línea política de los socialistas españoles y elige a los miembros de la dirección.

Además de ser el ámbito de máxima autoridad, para un socialista, un congreso era la expresión de la democracia representativa y deliberativa. Los afiliados eligen a sus representantes en las agrupaciones locales, que a su vez deciden los representantes de su región al congreso federal.

No llevaban un mandato imperativo, sino que a partir del debate, la reflexión y encontrando puntos de encuentro con los demás delegados llegaban al mayor grado de consenso. Eran famosas las largas noches en las que los Sres. Felipe González y Alfonso Guerra o el Sr. José Luis Rodríguez Zapatero, años después, dialogaban con los líderes regionales o las corrientes de opinión que se evidenciaban no mayoritarias pero relevantes.

Se enmendaba el documento político escrito y, finalmente, se consensuaban los nombres de quienes integrarían la dirección, porque esa era la comisión ejecutiva de todo el partido y no solo de una parte.

El proceso era complejo, porque las sensibilidades y matices son importantes en cuestiones territoriales, económicas o institucionales. La política jugaba entonces el papel protagonista que le corresponde en una organización democrática. Nunca nadie lograba sus posiciones máximas, cada uno perdía algo para que ganase el conjunto.

Cuando un dirigente tenía la tentación de rodearse solo de personas de confianza era criticado porque se concebía como una manera de excluir a personas valiosas por el mero hecho de no contar con su adhesión personal incondicional.

De hecho, aun recuerdo a un joven Pedro Sánchez, vocal en alguna ejecutiva regional, como un fiero defensor de la participación en los puestos de dirección de quienes habían defendido posiciones minoritarias internas. Sin embargo, en este congreso quién será el número dos de la organización socialista ha afirmado que «en la elección ha primado la confianza».

Un miembro de la dirección nacional es elegido por el congreso y no por el líder del partido, por esta razón una vez decidido, no puede ser cesado por el secretario general. Es, o era, una garantía democrática frente al poder absoluto.

Con las primarias, el voto de los militantes decide quién será el secretario general, pero no quiénes formarán la dirección. Si en la nueva etapa del PSOE los congresos van a ser testimoniales, tendrán que diseñarse mecanismos de elección de la dirección que no sean la voluntad del líder de turno. Aunque, tal vez, serviría reflexionar un minuto la razón por la cual el PSOE ha hecho 43 congresos en su historia y le ha ido relativamente bien.