Enrique López

La corrupción y la impunidad

La Razón
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Recientemente se ha publicado el índice de percepción de corrupción, en el cual España ha bajado unos cuantos puestos. Esto podría suponer que, en realidad, España es un país con mayor corrupción que hace años, lo cual no es cierto. Lo que ocurre es que se está produciendo un gran número de actuaciones policiales y judiciales contra la misma, algo que, siendo positivo, provoca una paradoja: cuanto más se ataca la corrupción, mayor sensación de corrupción existe. Transparencia Internacional obtiene datos de 16 encuestas procedentes de diez instituciones, si bien en la actualidad sólo se utilizan análisis de expertos, requiriéndose que se disponga de al menos tres fuentes para poder evaluar un país. Las encuestas se hacen a expertos reconocidos, fundamentalmente personas de negocios provenientes de países industrializados, si bien en la actualidad se cuenta con analistas provenientes de economías emergentes. Al tratarse de un índice basado en sondeos, los resultados son subjetivos y menos fiables en países de los que se extraen menos fuentes, amén de que la corrupción es un concepto con diferentes significados en muchos países del mundo. En cualquier caso, su publicación debe animar a seguir luchando con todos los medios contra la corrupción publica y privada. En España contamos con un adecuado desarrollo legal de prevención y represión de la corrupción. También, con un alto grado de transparencia, y con un ejercicio de control previo que, de haberse producido hace años, se hubieran evitado muchos de los actuales procesos. Ningún país está exento de corrupción, si bien los estados que gozan de gobiernos cuyo ejercicio está sometido a la mayor de las transparencias, que cuentan con libertad de Prensa y, sobre todo, con una Prensa responsable, con un desarrollo amplio de las libertades civiles y sistemas judiciales independientes, se encuentran en mejor situación para su represión. En España tenemos todo eso, pero no es suficiente. Nos movemos en un mundo donde las apariencias son muy importantes y muchas veces suplantan la realidad. De tal modo que esto afecta y mucho a la percepción de la corrupción y por ello nos deja mal parados en este tipo de índices. Tenemos que generar una cultura de absoluta intolerancia con la corrupción en todas y cada una de sus versiones por mínima que sea: desde copiar en un examen hasta abusar de las figuras societarias mercantiles para ahorrarse impuestos. La organización que establece este índice liga la corrupción sistémica a la desigualdad social, entendiendo que se refuerzan recíprocamente, provocando decepción en la sociedad hacia su clase política a la vez que genera un contexto propicio para que se impongan los políticos populistas. La desigualdad social es un fenómeno negativo por sí mismo, que no necesita de refuerzo alguno para tener que establecer políticas que tiendan a su eliminación. Pero en lo que si estoy de acuerdo es en que la sensación de impunidad en el tratamiento de la corrupción da alas a políticos demagogos. Contra todo ello tenemos que luchar, pero hay que reconocer los notables avances que se han producido en los últimos años.