César Vidal

La estupidez consciente

La Razón
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Martin Luther King ha sido uno de mis referentes desde la adolescencia. Precisamente, este fin de semana, me vino a la cabeza aquella frase suya que afirma que «Nada en todo el mundo es más peligroso que la sincera ignorancia y la estupidez consciente». La he recordado precisamente al enterarme de que el Gobierno de Aragón ha otorgado el premio Desideri Lomarte a Artur Quintana. El citado personaje es un representante del nacionalismo catalán más delirante, así como de ese imperialismo con barretina que pretende quedarse con todo lo que le pilla cerca. Pero quizá lo más pintoresco y esperpéntico de su evangelio lingüístico-nacionalista sea que insiste en que el catalán y el aragonés se hablaban en España cuando llegaron los romanos hace más de veintidós siglos o, por citarlo literalmente: «Desde entonces, desde hace más de dos mil años, dos mil doscientos y pico de años, se habla catalán y se habla aragonés en Aragón». Cualquiera con un mínimo de conocimiento histórico es consciente de la magnitud de un disparate tal que sólo cabe en una cabeza nacionalista. El catalán es una lengua surgida como dialecto del provenzal – igual que el portugués nació del gallego– y no aparece reflejada por escrito de forma indubitable antes de finales del siglo XI, es decir, más de un siglo después que el castellano. Dividida en distintos dialectos, su canonización gramatical se produjo ya en el siglo XX sobre la base del dialecto barceloní proporcionando aportes literarios notables en áreas como la poesía y, de manera menos conocida, el teatro y la novela. Pretender que el catalán fue alguna vez lengua de Aragón es un dislate, pero afirmar que existía ya en la época del imperio romano resiste cualquier calificativo. No mucho mejor es hablar de aragonés. La denominada fabla fue un invento de hace apenas décadas perpetrado por un maestro que no era de la región y basado en giros malentendidos de aldeas. Conocido vulgarmente como «chapurreau» no pasaba de dialecto del español. Sólo el intento de crear un nacionalismo propio e intereses todavía más turbios han llevado a intentar crear una lengua que no existía –los más optimistas dicen que la hablan 11.000 personas en Aragón– y además a aliarla con el catalán. Que personas como Quintana sean premiados con la Cruz de San Jorge en Cataluña o con galardones que dan Omnium Cultural y organismos semejantes lo entiendo. Que suceda en Aragón no puedo interpretarlo sino como esa terrible mal conocida como estupidez consciente.