Andalucía

La eternidad y la parálisis

La Razón
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El calendario festivo andaluz nos traslada de la feria jerezana al Rocío y desde Almonte, directamente al Corpus, que anticipa la molicie de nuestros veranos de sol y moscas, abundando en el tópico de que aquí nunca se trabaja. No es exactamente así, sino que el solar es grande y está dividido en ocho provincias, cada una con sus celebraciones, muchas de las cuales han adquirido repercusión nacional. (Pentecostés, ayer, fue laborable en el 80% del territorio regional.) Un vecino de Málaga, por decir algo, no se siente concernido por los patios cordobeses y abrirá la tienda sin fallar un día hasta mediados de agosto, pero es verdad que las dos únicas instituciones que vertebran la autonomía, la Junta y su apéndice propagandístico, viven respectivamente en la parálisis permanente y en la vocinglería lúdica. Total, que en Andalucía nunca pasa nada, como han podido comprobar quienes se interesan por su política: el Ejecutivo autonómico pasará de puntillas por las sesiones parlamentarias de junio, el partido único aprovechará la canícula para tunearse la autoestima y las vacaciones estivales, seis semanas bien despachadas, invitarán a dejar cualquier acción de gobierno relevante, siquiera sea una crisis o sesión de maquillaje, para después de Navidad, cuando se encare el último año de la legislatura. Las zambombas serán para entonces un vago recuerdo, Canal Sur estará dando la matraca desde el Falla, como si el ingenio de los copleros cotizase en Bolsa, y ya estaremos en vísperas de... ¡¡otra primavera de fiestas!! Ni siquiera se molestan en actualizar los viejos eslóganes (que si imparable, que si la segunda modernización...) que antaño adormecían, publicidad institucional mediante, cualquier tentación de conciencia crítica. Una condena para la eternidad.