Unión Europea

La Europa lejana

La Razón
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«No voy a votar nunca más en las elecciones europeas», me ha dicho un soriano de las Tierras Altas, instruido, sensato y de buen criterio, al que yo tenía por estricto cumplidor de sus deberes cívicos, mientras contemplábamos los algarazos de la nieve de marzo. «¿Por qué?», le he preguntado extrañado. «¿Qué ha hecho Europa por los pueblos?», me ha soltado con un punto de irritación. «¡Pero hombre...!». Me ha cortado en seco: «¿Sabes cuántos pueblos han muerto desde que España entró en la Comunidad Europea?». «Pero –he replicado tímidamente–, ¿tiene Bruselas la culpa de eso?». «¿Quién si no? Ellos son los que mandan, como se ha visto con la crisis. ¿De qué nos sirve Europa a nosotros si cierran las escuelas, pagan por no sembrar la tierra y por quitar las vacas –mira lo que ha pasado en El Valle, la antigua tierra de la mantequilla–, dejan hundirse el mercado de la lana...? ¿has visto algún rebaño por la Sierra, que fue el corazón de la Mesta? Ya me dirás de qué les sirve la Unión Europea a los cuatro gatos que quedan en Yanguas, en Oncala, en Magaña o en San Pedro Manrique. ¿De qué le sirve Europa a la Romana de Valdenegrillos, que vive sola en el pueblo con su gata?». Me he callado. Él ha seguido desahogándose con voz cada vez más apagada: «Ninguno de los candidatos en las últimas elecciones dijo una palabra sobre la despoblación de la España rural, el tremendo desequilibrio demográfico y la muerte de los pueblos. ¡Que les den...!».

Seguía nevando. Era inútil convencerlo con datos oficiales. Le he recordado la Política Agrícola Común, pilar de la Unión Europea, que se lleva la mitad del presupuesto comunitario, un verdadero chorro de dinero, de entre 55.000 y 60.000 millones de euros al año. Cada ciudadano europeo contribuimos a esta financiación con dos euros a la semana, más o menos lo que cuesta un kilo de manzanas. Y de los distintos fondos para el campo... Me ha replicado enfurecido: «¿Adónde van esos fondos?». Y ya no me he atrevido a contarle las ventajas. «Anda –me ha dicho como despedida– date una vuelta por los pueblos y habla con la gente, si es que aún vive alguien. Convéncete, esto es una ruina y Europa está muy lejos».