Corrupción en CDC

La falacia como defensa

La Razón
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Un amplio aparato de propaganda y una nutrida delegación de nacionalistas, con Artur Mas a la cabeza mostrando su apoyo a Francesc Homs, buscaban convertirlo en un mártir de la causa. Todos a una llegaron a las puertas del Tribunal Supremo: la portavoz de la Generalitat de Cataluña, Neus Munté, los consejeros Josep Rull o Meritxell Borrás, la plana mayor de la antigua Convergencia (aquel partido antiguamente amante del orden, burgués incluso), así como representantes de ERC y hasta de Bildu, evidenciando así que su estrategia es cada vez más intransigente.

Carteles de «I want to be free» y hasta una urna gigante de atrezzo para apoyar a quien fue consejero de Presidencia catalán. Nada nuevo: presión política sobre los jueces. Un escrache, por supuesto. En realidad, disfrazar, cuestionando el funcionamiento de las instituciones, la auténtica razón por la que responde ante los tribunales. Bajo esa premisa llamaron los soberanistas a solidarizarse con Homs. Y el primero de ellos, claro, Mas, sobre cuya cabeza pende también una inhabilitación para cargo público, aunque él mantenga la mirada puesta en usar de nuevo Cataluña como parapeto siendo cartel electoral una vez Carles Puigdemont rechace serlo.

Envuelto en el ya clásico victimismo nacionalista, Homs ha ido convirtiendo su encausamiento en un agitprop del secesionismo, poniendo tachuelas a la imparcialidad de la Justicia, afirmando que el juicio es «innegablemente político» y vaticinando incluso «el fin del Estado español» si hubiese condenas. Enmascarado bajo «la voz de un pueblo», el acto, en realidad, ha sido un ataque al Estado de derecho. Por sentar a Homs en el banquillo, los jueces son acusados de «colaboracionistas» de Rajoy para entorpecer el «procés» independentista. Ante los razonados fundamentos jurídicos que sustentan la imputación del todavía portavoz de PDeCAT en el Congreso, sus seguidores venden la supuesta voluntad popular de llevar a cabo su consulta del 9-N y defienden sus pasos como si fueran los de unos héroes salvadores de la Democracia.

Palabras mayores, sí, pero en este caso también simples y falsas. Porque Francesc Homs, no debe olvidarlo, responde ante el Supremo por creerse por encima de la ley y desobedecer al Constitucional, que instó a la Generalitat a impedir la celebración de la consulta secesionista. Es decir, se sienta en el banquillo de los acusados por delinquir. Y no por repetido deja de ser cierto: la democracia sólo tiene sentido bajo el manto de la ley que nos hace iguales a todos.