José María Marco

La falta imaginación

La Razón
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En las primeras páginas de su trabajo sobre el pintor Joaquín Mir, Pla hace alguna reflexión sobre los años de juventud de su biografiado, que corresponden a lo que llamamos despectivamente la Restauración. Pla dice lo que todo el mundo sabía y sabe, aunque (casi) todo el mundo se ha empeñado en negarlo. Y es que Cataluña, en esos años, «entró en un proceso de paz y tranquilidad, y, por tanto, de progreso, como no tuvo quizás en ningún otro momento de su historia». (El «quizás» responde seguramente al otro gran periodo de esplendor de Cataluña, que fue en el siglo XVIII, bajo los odiados Borbones).

Lo que pasó entonces, según Pla, es que se eliminó de la vida cívica «el energumenismo» y «las bullangas»... La llegada de Ada Colau y su esperpéntico equipo municipal los ha devuelto a la vida barcelonesa. No han venido solos. Llevamos muchos años de preparación de la bullanga a base de nacionalismo, incivismo e (in)cultura alternativa. Barcelona está en trance de devolver la primacía a uno de los elementos básicos de su identidad, su lado irracional, antimoderno, sureño, de puerto mediterráneo, muy lejos de la Europa del norte: en vez de Rotterdam o Hamburgo, que caen más del lado de Madrid, Nápoles. Todo esto contribuye a su encanto, sin duda, pero tal vez los barceloneses deberían pensar en lo que quieren hacer de su ciudad antes de que la deriva sureña llegue demasiado lejos.

También deberíamos pensarlo los demás españoles. En el mismo texto en el que habla de Cataluña durante la Monarquía constitucional, Pla recuerda a Francisco Silvela, que por aquellos mismos años forjó el célebre eslogan regeneracionista sobre la «España sin pulso». Añade Pla que a don Francisco le faltó imaginación para concebir lo que sucedería cuando lo tuviera. Ahora ya no tenemos esa excusa. Tenemos las lecciones del pasado: las bullangas de 1868, las de 1873 y las posteriores de 1931 a 1939. También están las lecciones del presente: las de Grecia, que no son desdeñables, y aquello en lo que se está convirtiendo la vida pública española en manos de la coalición de izquierda y extrema izquierda inspirada por el deseo de cambiar el mundo para acomodarlo a sus deseos. En estos cuarenta años de Monarquía parlamentaria se han cometido muchos errores. Aun así, tal vez no sea imprescindible tirarlo todo por la borda para experimentar lo que sabemos de sobra. Ya no es falta de imaginación, es tontería.