María José Navarro

La France

Yo soy muy en general de Francia, mis íntimos saben de mi declarado amor por los vecinos de arriba. Soy como los aragoneses, como los catalanes, como los vascos, que los tienen en la linde. Les adoro. Son los únicos capaces de explicar el mecanismo de una tiza con rimbombancia, y de esa gente ya va quedando poca en el mundo. A lo que vamos. Resulta que La France viola la Carta Social Europea al no prohibir el castigo corporal infringido a los niños. Por castigo corporal se entiende que hablamos de azotes en el culete, bofetadas o coscorrones. El Gobierno galo no parece dispuesto a asumirlo pese a que después de esta amonestación se expone a una condena, en este caso vinculante, del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Lo que el Ejecutivo francés quiere es que no haya que firmar leyes para conseguir algo que debería lograrse por consenso social, que no me parece mal, ojo. En Francia, seamos justos, el maltrato infantil sí está castigado por el Código Penal, pero la Justicia gala reconoce al mismo tiempo el derecho de corrección de los padres a sus hijos con fines educativos. Según un reciente estudio, el 82 por ciento de los ciudadanos se opone a prohibir el azote a los niños, aunque el número de personas que confiesa haber pegado a un menor ha disminuido. Una, que es poco de atizar a los críos, también cree que un azote no puede ser un drama. Una, que fue bastante trasto y a la que su madre le puso el culo como un acerico con la zapatilla, opina que tampoco está tan mal como desahogo a los padres. Que es que ya no les dejamos ni eso, coñe.