El desafío independentista

La frivolidad de Sánchez con Cataluña

La Razón
La RazónLa Razón

El tacticismo de Pedro Sánchez es palpable. El corolario ha llegado con el discurso del Rey. La ausencia de referencias al diálogo ha sido mal digerida en Ferraz. Si de puertas afuera el mensaje es que Felipe VI ha invitado al «entendimiento», entre bambalinas han visto claro que el Monarca se ha decantado por una respuesta firme al desafío. Lo cual, por cierto, también solicitan ilustres socialistas, como Alfonso Guerra, que ponen el foco en que estamos ante un golpe de Estado de neofascistas y lo que toca ahora, sin distracciones, es restablecer la democracia.

Sin embargo, el líder del PSOE sigue empeñado en no mojarse, a pesar de que su negativa a «especular» sobre la aplicación del artículo 155 o cualquier otro instrumento coercitivo puede ser interpretada como cálculo electoral, por desgracia cada vez más frecuente en el panorama socialista cuando están en juego asuntos clave. Lo son el marco de convivencia y el futuro de España. Que la respuesta a los graves acontecimientos en Cataluña sea apelar al diálogo con Carles Puigdemont evidencia el guirigay del PSOE.

La postura condescendiente de Sánchez con el secesionismo ha quedado si cabe más retratada por la actitud beligerante con el Gobierno ante el impacto del uso de la fuerza policial el 1-O. Aderezado además con la maniobra propagandística, tan superficial como inoportuna, de solicitar la reprobación de Soraya Sáenz de Santamaría. OJO: no piden los diputados socialistas la reprobación de los dirigentes separatistas que sacaron a la gente a la calle para cometer una ilegalidad, o la de los jefes de los Mossos que desoyeron el mandato judicial, no, se solicita reprobar a la vicepresidenta del Gobierno que defiende la ley democrática.

Evidentemente, las imágenes –tan efectistas como manipuladas– de las cargas de la Guardia Civil y la Policía Nacional contaminan el panorama. Máxime en esta era de audiencias y redes sociales donde el ruido se multiplica de manera interesada. De hecho, aferrado a ese manoseado botín sentimental para cebar su victimismo, el presidente de la Generalitat trata de convertir su ilegalidad en una heroicidad. De ahí que surjan voces en el PSOE advirtiendo de que su líder se equivoca mirando el dedo que apunta la luna.

Ante un pronunciamiento de independencia, el líder del PSOE sabe que debe apoyar al Gobierno si decide activar el artículo 155. Lo contrario implicaría que el principal partido de la oposición manda el mensaje de que el Estado de Derecho queda en suspenso. Aunque ese apoyo lo esté dosificando para limitar su aplicación. Sánchez nunca seguiría a Rajoy en la suspensión de la autonomía, pero sí en fórmulas transitorias hasta unas nuevas elecciones autonómicas.

El Partido Socialista no puede olvidarse, en este momento crítico, de que no existe nada más moderno ni renovador que la defensa de la Constitución. Toda ella, de principio a fin. Porque es la norma que garantiza las libertades y derechos para vivir en paz. El artículo155 está negro sobre blanco para, en situaciones límite como las que vivimos, amparar el interés general de España. Y el desafío al que nos han sometido los golpistas pide la acción coordinada de los demócratas.

Sin embargo, el secretario general del PSOE, pese a lo que se está dirimiendo, se resiste a alejarse demasiado del líder de Posdemos, Pablo Iglesias, con quien mantiene constantes contactos fuera de los focos y cuya ayuda piensa que necesitará para alcanzar en su día La Moncloa. Los cálculos de Sánchez, ciertamente, son un suicidio para su formación. Porque España no está hoy para juegos personales, sino para líderes que estén en su sitio.