Barcelona

La gran locura

La Razón
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La gran locura, la que todos creíamos que era imposible, ya la tenemos ante nuestros ojos. Todavía no somos conscientes de que estamos viviendo un hecho que en España no se ha producido en 500 años, aunque en esos cinco siglos siempre se ha utilizado el victimismo, que después de tanto trabajarlo se han hecho los campeones del mismo. Recordar que ya Fernando el Católico, Rey de Aragón –por tanto también de Cataluña–, tuvo que salir a galope tendido al jurar como conde de Barcelona ante los ataques de los de la CUP de la época, que gobernaban desde la Generalitat. Hace dos semanas, en un almuerzo con una personalidad de la empresa catalana, me quedaron pocas dudas de lo que iba a suceder. No era independentista, pero sí estaba con el «España nos roba» y el «derecho a votar». Ayer lunes, los tertulianos de los distintos programas no daban por consumada la independencia, pero sí la seguridad absoluta de que ésta nunca se produciría. En estas mismas páginas escribí el significado histórico que para los que patrocinan el «procés» tiene el 6 de octubre. Ahora ya pocos dudan que, repitiendo lo hecho por el presidente Companys, a las ocho de la tarde del próximo viernes el traidor y golpista Puigdemont aparecerá en el balcón del edificio de la Generalitat y proclamará el nacimiento de una nación: la república de Cataluña. La gran diferencia es que a Companys le duró la broma diez minutos y del balcón pasó al penal del Puerto de Santa María tras su juicio y condena. Todos, y yo el primero, estábamos convencidos de que los gobernantes catalanes eran unos descerebrados y que sus continuos dislates los llevarían a una caída segura. Tremenda equivocación. Todo estaba escrito en un gran guión que han sabido llevar adelante a la perfección. El Gobierno ha estado asegurando desde la anterior consulta que no habría referéndum. No se puede negar que lo ha habido en unas condiciones que rompen toda legalidad, pero votar se ha votado. También el presidente nos aseguró que, con todo el peso de la ley, toda la trama quedaría desarbolada. Los tribunales, los fiscales y los jueces han dictado las medidas, pero las mismas no se han aplicado. Desgraciada e injustamente, en las portadas de los periódicos y las televisiones de los grandes países lo que aparece es que la Policía española maltrata a niños y viejecitas. Lo dicho, todo como estaba escrito. Al final resulta que el guión que no existía era el de España. Mañana más.