Política

Francisco Marhuenda

La hora de la verdad

La Razón
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Los fundadores de Ciutadans eran intelectuales de izquierdas que no tenían ninguna afinidad con el PP. Todos eran claramente de izquierdas y los planteamientos ideológicos de los populares estaban muy alejados de su socialismo o comunismo, ya que alguno provenía curiosamente del PSUC. No se sentían cómodos con la ambigüedad del PSC-PSOE con respecto al nacionalismo. Por ello, el socialismo catalán no era un cauce adecuado a sus planteamientos. Es significativo que ninguno de ellos tenía el más mínimo interés en dar el salto a la política activa. Esta orfandad ideológica dentro del panorama político catalán hizo que decidieran impulsar una nueva formación, y para ello escogieron a Albert Rivera como líder, ya que reunía las condiciones que buscaban. Tras ello se apartaron manteniendo esa coherencia de impulsar una formación de izquierdas no nacionalista para que defendiera los valores constitucionales y la unidad de España en Cataluña.

Nunca tuve dudas de la ubicación ideológica de Rivera y su formación, aunque era evidente que le quitaba votos sobre todo al PP y algo menos al PSC. La situación era cómoda en Cataluña porque no han tenido que gobernar, por lo que se han mostrado, al igual que el PP, como una formación firmemente defensora de las posiciones constitucionales, que los nacionalistas descalifican tildándolas de «españolistas», pero sin el lastre de tener que alcanzar acuerdos con CiU. Es la ventaja de no tener que gobernar, a diferencia de lo que le sucedió al PP entre 1996 y 2000, cuando necesito los votos de CiU. Esto le sirvió a Rivera para erigirse en un referente dentro del ámbito no nacionalista. Al final es un grupo sin pasado que se maneja muy bien a la hora de restar votos al PP. El último salto viene a caballo de la crisis económica y las medidas reformistas y los recortes aplicados por el Gobierno de Rajoy. Estas actuaciones han generado una gran impopularidad y desgaste, que le ha servido a Rivera para situarse muy bien en la política nacional con el apoyo activo de los periodistas y columnistas de centro derecha que no tienen ninguna simpatía por el presidente del Gobierno. Es muy interesante comprobar el fervor con que algunos acogen lo que denominan el fin del bipartidismo, en lo que coinciden con los líderes de Podemos.

Rivera es un buen político, efectista y que genera simpatía. Es indudable. Es lo que se ha denominado siempre «buen rollito». Tiene formas muy educadas y agradables, que los periodistas de derechas ponen en valor frente a un Gobierno que consideran antipático. Es muy fácil opinar sobre las difíciles medidas que se han tenido que adoptar ahora que ha llegado la recuperación. Lo difícil era estar al frente del timón cuando llegó la tormenta y parecía que el barco se iba a hundir. No hay nada más cómodo que estar en la oposición y hacer promesas sin importar si se podrán o no cumplir. Rivera juega en un terreno muy cómodo, pero ha llegado la hora de la verdad. Tras las elecciones andaluzas llegaran las municipales y autonómicas en un ciclo que concluirá en las generales. Ahora ya no puede estar de perfil y ser una joven promesa que se circunscribía a la política catalana sabiendo que nunca iba a llegar al Gobierno catalán. Ha sido muy hábil porque ha dado el salto a la política española en el mejor momento. No importa si tiene o no programa, si sus candidatos son buenos, malos o regulares, porque está de moda y le seguirán jaleando todos aquellos que desean que Rajoy abandone la Moncloa. No les importan las consecuencias del fin del bipartidismo, aunque realmente no ha existido como tal, sino que ha sido imperfecto.

Rivera tendrá que decidir si quiere ser candidato en las catalanas o en las generales, pero antes deberá tomar una posición en municipios y autonomías donde su situación no será tan fácil como en Andalucía. Es cierto que ha derrotado a Rosa Díaz y UPyD está en proceso de derribo, pero no es suficiente para producir una sorpresa. Es un partido en construcción y esto siempre es un riesgo, porque llegarán políticos de otras formaciones para encontrar un hueco. Es cierto que para el PP es malo porque le quita votos, pero también al PSOE. Otro aspecto es su izquierdismo, que se verá en las posiciones que adopte y las ideas que defienda.