Tribunal Constitucional

La hora de la verdad

La Razón
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En Cataluña se acerca la hora de la verdad. La farsa no da más de sí. La última propuesta, a la desesperada, de Junqueras y Puigdemont a favor de la «vía escocesa» carece de recorrido. El rechazo ha sido general. Todas las fuerzas constitucionales han alzado la voz en contra porque el referéndum sobre la independencia no tiene encaje en la Constitución. Y ellos lo saben. Cataluña no es Escocia, ni España es el Reino Unido. Aquí equivaldría a un golpe de Estado. Y eso son palabras mayores. Lo mismo que si, a pesar de todo, pretenden cumplir la amenaza de convocar una consulta por su cuenta y riesgo, contra viento y marea. Saben que esa acción unilateral no lleva a ninguna parte, no conseguiría ningún reconocimiento dentro ni fuera y tendría consecuencias graves. Saben también que el Gobierno no puede sentarse a dialogar sobre esto, y no lo va a hacer. Esa salida política está tapiada, por más que los alguaciles de la equidistancia sigan con la monserga del inmovilismo de Rajoy. Lo que pretenden Junqueras y Puigdemont con esa falsa oferta de diálogo, que más parece un «trágala» –en ningún caso están dispuestos a modificar su planteamiento independentista ni a renunciar al referendum– es capitalizar el rechazo para sus fines propagandísticos y culpar al Estado del desastre que ellos mismos están dispuestos a provocar.

El Gobierno hace más de un mes que puso sobre la mesa una propuesta con más de cuarenta medidas para reconducir la crisis que incluye otras tantas reivindicaciones del Gobierno catalán sobre competencias pendientes, infraestructuras, nombramientos, etcétera, a la vez que una mayor presencia del Estado central en Cataluña. Es un plan bastante completo y razonable. Pero a los soberanistas catalanes ese tipo de diálogo político no les interesa. La propuesta de Artur Mas a mediados de febrero en el curso de una conferencia en Madrid sugiriendo que estudiarían una «tercera vía» entre el inmovilismo actual y el ultimatum independentista se esfumó enseguida a la vez que el autor de la misma quedaba inhabilitado por la Justicia. Y en el contexto de esa indeterminada «tercera vía», reflota la idea del PSOE de una reforma constitucional en linea federal que subraye la singularidad de Cataluña con una mayor autonomía. Pero eso tampoco convence a los independentistas ni complace al Gobierno ni al resto de las comunidades autónomas. Lo de España, «nación de naciones», levanta más rechazo que entusiasmo. Así que no se ve claro el desenlace. La sociedad catalana contraria a la independencia ha empezado a echarse a la calle. La apuesta lógica es: elecciones. En este trance difícil y preocupante, me viene a la cabeza, como consuelo, lo que le oí a Tarradellas en la sobremesa de un almuerzo en la sede de la agencia Efe que presidía Anson: «Cataluña nunca se separará de España».