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La hora de los naranjas

La Razón
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Debo confesar que me asaltaron no pocas dudas cuando, tan solo hace un par de semanas dos destacados dirigentes del PP –uno miembro del gobierno– coincidían al apuntarme que, tras una declaración de Rajoy como testigo en el caso «Gurtel» que, aún sin pasar sin pena ni gloria no conseguiría horadar la imagen del jefe del Ejecutivo y ante unas expectativas de crecimiento económico y del empleo más que evidentes, las vacaciones veraniegas se afrontarían con relativa tranquilidad, exceptuada la permanente alerta frente a los movimientos del secesionismo catalán más susceptibles que nunca de «agostidad y alevosía». Conocido el último dato del CIS creo no ser ya el único con dudas más que fundadas a propósito de una consolidación del centro-derecha que parece atascada en la insuficiente suma de azules y naranjas arrojada por los pasados comicios generales, frente a un bloque rojo y morado que, en contra de lo que pudiera pensarse tras fracasadas mociones de censura de unos y derivas territoriales de otros, supera a los anteriores.

Dando por hecho que especialmente en Génova 13 ya se han caído del guindo comprobando una vez más que los buenos números de la economía no son suficientes –salvo que se vuelva a incurrir en errores estratégicos de la legislatura de 2011– toca preguntarse sobre el porqué de estos datos de la macroencuesta, esperanzadores para socialistas, resignados para Podemos, suficientes para Ciudadanos e inquietantes para los populares, y aunque ya hemos oído y leído no pocos análisis, tal vez haya uno que se nos esté escapando y que tiene mucho que ver con la actitud del partido de Rivera que tal vez ha tardado más de la cuenta en reparar en que lo de controlar constructivamente desde la oposición está muy bien, pero los electores, esos que dan nombre al partido naranja, por encima de todo lo que demandan es saber cómo gestionan unos y otros actores políticos, con independencia de cómo lo hagan de acuerdo con sus principios ideológicos.

Mientras Sánchez e Iglesias ahora sí han dejado clara su intención de buscar sumas suficientes para gobernar la nación –y el experimento del pacto de gobierno en Castilla la Mancha resulta más que indicativo– en el centro-derecha solo hay uno que ejerce la labor de gobierno, junto a otro que, con valores ideológicos y de proyecto de país muy similares en lo fundamental, ha optado por la estrategia de repartir visados siempre viendo los toros desde la barrera. Ese es el dilema de Rivera, demostrar que puede gobernar junto al PP. Solo esa variante podría cambiar un panorama de manifiesta hipocresía política en el que con una mano se apoya al gobierno y con la otra se recogen las nueces de su desgaste.

Ciudadanos quiere pasar en los próximos comicios municipales de 1.500 a 2.500 concejales y ampliar en un centenar su número de diputados autonómicos y esa será la primera gran prueba en gobiernos de ayuntamientos y de comunidades. O se salta de la comida grada para lanzar el penalti aunque se falle, o el partido lo ganan otros.