Alfonso Merlos

La huida

De la verborrea a la afonía. De la hiperactividad a la abulia. De ir un paso por delante a refugiarse en la guarida. De la aparente valentía a la real cobardía. ¡Cuánto han cambiado las formas de los dirigentes de Podemos en cuestión de semanas! ¡Cuántos han sido en cuán poco tiempo los escándalos que les han rozado o salpicado o tocado de lleno! Y, ¿dónde están las respuestas? Ni siquiera planeándose desde la oscuridad de la madriguera, porque no las habrá. ¿Alguien cree que sabremos algo más de lo que ya sabemos de los presuntos pagos en dinero negro de Iglesias a sus explotados asalariados de La Tuerka, o de los misteriosos y millonarios contratos con los que el inhumano régimen de Maduro untó de la cabeza a los pies a Monedero, o de los chanchullos que han llevado a la Universidad de Málaga a inhabilitar al precoz Errejón, o de los escalofriantes y surrealistas premios que Alegre trincó del chavismo?

¡Nada! Porque lo que los tribunales no esclarezcan tras las correspondientes denuncias, ellos –la tropa comunista de Somosaguas– se van a encargar de tapar. Hay mucha porquería, sí, y por lo tanto las alfombras que van a necesitar para esconderla son kilométricas. Pero en eso están. Entrampados. En plena huida. Concentrados en no dejarse controlar. Obstinados en lanzar soflamas unidireccionales, sin derecho a réplica o pregunta u observación de los que queremos conocer (la mayoría) si son trigo limpio –a estas alturas es obvio que no– o, por el contrario, una peña maleable por las ideologías extremas, siempre que éstas pongan por delante la pasta (¡sólo faltaba!).

No. Como en el legendario tema de The Buggles, no podemos concluir aquí que el video clip mató a la estrella de la radio, que las imágenes llegaron y rompieron su corazón, que ahora nos encontramos en un estudio abandonado, escuchamos la grabación y parece que hace tanto tiempo... No. Aquí son los gerifaltes del partido ultra que venera a Gramsci los que han abandonado las televisiones, los platós y los focos, los que han dado la espalda al diálogo, la controversia, el debate abierto y a quemarropa.

Ya no pueden aguantar la presión del periodismo de verdad, las corruptelas que les asedian. Y deben agradecerlo. Porque esta forma de proceder es la que en el fondo pregonan los apóstoles del pensamiento único, y no del crítico. Como describieron en su día Schopenhauer y Marcuse, este discurso –hoy el de Podemos– «está poblado de hipótesis que se autovalidan y que, repetidas incesante y monopolísticamente se tornan en definiciones hipnóticas o, peor, en dictados». Ahí estamos, señores.