Crisis en el PSOE

La locura

La Razón
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El PSOE no tiene un problema jurídico, tiene un problema político. En las últimas horas, todos los analistas y gran parte de los responsables políticos se han afanado en analizar lo que dicen los estatutos, su aplicación o el procedimiento marcado por él para resolver la circunstancia que vive el socialismo español. La norma reglamentaria y su desarrollo no tienen discusión, por mucho que se empeñe la ya extinta Dirección política del partido. Cuando más de la mitad de los miembros de la Dirección la abandonan, la Dirección deja de existir. Es razonable. Supongamos el caso extremo en que dimitiesen todos sus miembros excepto uno y se quisiese decir que seguía habiendo Dirección.

Sin embargo, lo importante no es el aspecto jurídico, sino lo que se está obviando, que es el análisis más netamente político. Desde esa perspectiva es insólito lo que está ocurriendo. La política es ante todo confianza. Confianza de los electores en los elegidos y de los miembros de un partido en su Dirección. Si se pierde, se produce una crisis que exige necesariamente renovación democrática.Un dirigente político ha perdido la confianza cuando ha dejado de respaldarle la mayoría de su Ejecutiva, la mayoría de su Grupo Parlamentario, cuando ningún ex Secretario General le apoya, ni tampoco la mayoría de los presidentes autonómicos socialistas, ni el Comité federal e, incluso, se han posicionado en contra los referentes de los alcaldes de España y de las Juventudes Socialistas.

Si, además, el grupo mediático que le ha sostenido le da la espalda, si no ofrece confianza a los votantes, ni a los actores económicos, entonces se puede decir que su situación ha llegado a ser insostenible. Por ello resulta insólito y triste que el que ha sido líder de los socialistas se niegue a asumir con dignidad la nueva circunstancia política. Su actitud no tiene una explicación sencilla, porque no entra en ninguna lógica que su objetivo sea volver a liderar el PSOE. Su gestión ha producido el mayor nivel de enfrentamiento interno y de división entre socialistas que se haya conocido. Por tanto, quien haya sido el principal responsable del problema no puede ser la solución.

Tampoco tiene ningún sentido avivar aún más el enfrentamiento entre los pocos seguidores que aún mantiene y el resto de la organización, porque nos cuesta creer que el que debiera ser el mayor garante de cuidado de la organización la dañe aún más.

Los ataques e insultos a los presidentes autonómicos, a quienes hemos tomado la decisión de dimitir por no compartir la mayoría de las estrategias y acciones políticas del Sr. Pedro Sánchez y el atrincheramiento y desprecio por las normas que deben ser iguales para todos, son un daño irreparable.

No es la primera vez que se organiza una comisión gestora en la historia del PSOE por falta de confianza en el Secretario General, pero sí es la primera vez en que habiendo perdido la confianza de manera tan manifiesta se ofrece resistencia a la renovación natural que debe producirse. El PSOE no está preparado para una actitud tan poco republicana en el sentido de falta de respeto a las normas. Han sido muchos los errores internos e institucionales que se han cometido, la consecuencia ha sido la pérdida electoral, que ha sido más que preocupante desde el año 2014. Existe un responsable mayor, aunque no único, pero el destrozo de imagen que se esta produciendo esta semana hay que apuntarlo al debe de una sola persona. Hay imágenes que se fijan en la retina, como la de la presidenta del Comité Federal rodeada por dos guardas de seguridad.

Es necesario un poco de responsabilidad y cordura, alguien del entorno del Sr. Pedro Sánchez debería mostrar a los más empeñados en la catástrofe que es un camino a ninguna parte y que forman parte de una etapa que se ha agotado. No puede ser el «o para mi o para nadie», porque el PSOE no es de una sola persona, es de todos. Va a hacer falta mucho trabajo, mucha inteligencia y mucho tiempo para recuperarse de tantos errores y de este lamentable espectáculo que estamos dando a los españoles. Ahora lo que les toca a los militantes y dirigentes es afrontar como un partido serio la cuestión institucional y ponerse a trabajar detrás de un nuevo liderazgo.