Cine

Cine

La pandilla de Sad Hill

La Razón
La RazónLa Razón

Como en un juego de niñez tardío, unos treintañeros de Burgos redescubrieron hace unos años el cementerio abandonado de Sad Hill: 5.000 tumbas de atrezzo olvidadas en el Valle de la Mirandilla. Era un escondite desde que en el verano de 1966 se marcharon de allí los últimos participantes de «El bueno, el feo y el malo», de Sergio Leone. Estamos mal acostumbrados a que las películas de romanos las hagan los americanos y, como dijo Gore Vidal, si en «Ben Hur» hubieran pedido más color «yo habría sido capaz de poner hasta un pizza margarita aunque el tomate no se comerciara bajo el Imperio». Más inusual es que una del Oeste la hicieran unos romanos... en Burgos. Los muchachos de la Asociación Cultural Sad Hill (Sergio, David, Joseba, Diego) reconstruyeron el camposanto y pusieron de acuerdo a las autoridades para convertirlo en lugar de peregrinación. Entre Silos y Carazo resplandecieron tumbas y sembraron miles de cruces con los nombres de los que por 15 euros –son ganas de tentar a la suerte–quisieran pasar anticipadamente a la posteridad financiando la aventura. Un fanático de Alabama donó 2.500 euros para tener su cruz de «El bueno, el feo y el malo». El asunto funciona gracias al empuje de la pandilla de Sad Hill. En breve se estrenará un documental («Sad Hill: Unearthed», de Guillermo de Oliveira) que completa el círculo: la aventura de cuatro colegas ha acabado alcanzando a los que dieron lustre con su periplo español a la historia del cine, entre otros, a Eastwood y Morricone.

Pero como se trataba de la España de entonces, reconstruyendo tumbas han desenterrado detalles chanantes. El último, el de la foto de Eastwood y Van Cleef, ambos de forajidos, posando con un guardia civil con tricornio y uniforme. Ha llamado la hija del Guardia Civil para dar detalles.