Ley electoral

La piedra filosofal

La Razón
La RazónLa Razón

Como Diógenes habríamos de prender un candil para encontrar un ciudadano abrumado por la Constitución insocial y prehistórica que nos aflige. Si a ello se dieran las encuestas más groseras y precocinadas tendrían difícil mostrar un porcentaje estimable de ciudadanos informados que tuvieran la reforma constitucional como piedra filosofal de nuestra alquimia política, excepción hecha de la traca de los que desde Ciudadanos a los indoctos de la izquierda que han encontrado en las instituciones su primer empleo, y ya talludos. Politólogos a la violeta nos recuerdan que la decana de las escritas es la Constitución estadounidense, y que lo es por haber sido profusamente enmendada. Es mentira. El pacto de Filadelfia no ha sido enmendado jamás en sus 229 años de historia. Lo que ha recibido desde su redacción original es 27 disposiciones adicionales (entre ellas una de ida y vuelta como la Ley Seca) que en nada han enmendado el texto primigenio. Pero tan menguados retales añadidos y aclaratorios tampoco son la clave de la longevidad constitucional americana que se debe, sabiamente, a lo dificultoso de su reforma. Son necesarios dos tercios de ambas Cámaras y tres cuartos de las Legislaturas estatales para aprobar una disposición adicional. Existe un segundo camino más pedregoso para establecer una convención constituyente: dos tercios de los Estados, senda que no se han atrevido nunca a transitar. La Constitución de EE UU está blindada, y no como la nuestra del 78 que no incluye ningún candado en su interior y solo exige una mayoría de calidad en Cortes. Las Constituciones democráticas son un pacto ciudadano que garantiza las libertades individuales y colectivas y no un manual de instrucciones para averías, aunque la nuestra se metió en hojarascas obvias como el derecho a una vivienda digna, la de 1812 estableció que los españoles somos justos y benéficos, y la que pretenden los alquimistas ordenará un salario universal de la cuna a la sepultura. Otra Ley Electoral supondría más cambios estructurales que un período constituyente, pero de eso no hablan los hipócritas de la regeneración. Por retorcer más el brazo del sentido común aducen los ignaros que ellos no votaron en el 78; si las Constituciones apadrinan la libertad indivisible mejoran con el tiempo, y no es preciso otra generacional cada 18 años. Escribía Brecht que cada día acudía al mercado donde se venden las mentiras. Hoy adquirimos la piedra filosofal de los oportunistas como panacea de todos los males.