Alfonso Ussía

La pierna

La Razón
La RazónLa Razón

Nuestra maravillosa tenista Garbiñe Muguruza reconocía, semanas atrás, que estaba hasta el gorro de leer y oír elogios de sus piernas. Lo mismo declaró la actriz alemana Marlene Dietricht. Garbiñe ha ganado en Roland Garros y en Wimbledon impulsada por sus piernas y su talento, en tanto que la alemana, según ella, fue contratada como protagonista de muchas películas gracias a ellas, que tampoco eran para tanto. A mí, justo es reconocerlo, las piernas que más me han gustado –al menos durante mi infancia y pubertad–, han sido las de Puskas, y muy especialmente la pierna izquierda.

La humanidad es rara y variopinta. Lo demostró científicamente desde la poesía el insuperable Antonio Mingote: «El conde don Garcés/ tenía un lavamanos de tres pies./ De tres pies tan altos,/ que el pobre conde se lavaba a saltos./ En cambio, Casimiro,/ se lava en el estanque del Retiro./ La humanidad es rara,/ hasta para el aseo de la cara». Las piernas de los seres humanos son todas diferentes. No existe acuerdo ni en «las piernas de futbolista», y si lo dudan, comparen las de Kroos con las de Roberto Carlos. He acudido en distintas ocasiones a conferencias y coloquios con las piernas como protagonistas. Inolvidable la del profesor Zügenstein en Voltregá en mayo de 1988, con el título «Las Piernas y el movimiento. Deducciones y reflexiones». Afirmaba, no sin riesgo Zügenstein, que el cuidado de las piernas es tan importante o más, que el del cutis. Y que las piernas son miembros dependientes de la persona que las porta, que a su vez, gracias a ellas, se sostiene. No hay piernas con vida propia, y menos aún, piernas abandonadas por sus compañeras cuando sus propietarios desempeñan funciones de alta responsabilidad. Una persona, que por los motivos que fueren, carece de una pierna o de las dos, puede desarrollar una actividad intelectual asombrosa. Pero una pierna sola carece de capacidad de decisión. Y esa incapacidad le priva de la responsabilidad de ser, entre otras cosas, miembro de un Gobierno. Pero las teorías de Zügenstein han saltado por los aires gracias al independentismo catalán. Se ha demostrado por una fotografía. El llamado «Gobierno Legítimo» de la también mal llamada «República de Cataluña», está compuesto por nueve personas del sexo masculino, cuatro del femenino y una pierna. La pierna posa entre Puigdemont y Junqueras, y lo hace con naturalidad, muy desenvuelta y segura. Se entiende ahora el monumental ridículo del separatismo catalán. En su afán de presentarse ante el mundo con un toque de originalidad, nombraron consejera del Gobierno de la Generalidad a una pierna. Consumado el batacazo, la pierna no huyó a Bruselas con su protector y cuatro compañeros. La pierna está en Barcelona y los Mozos de Escuadra andan como locos buscándola con el fin de proceder a su detención.

La pierna ex consejera se cubre con la mitad de un pantalón de color «beige» bastante arrugado. Según Trapero, que ha sido encomendado a llevar el asunto de la pierna desde la oficina, está a punto de ser apresada, si bien se trata de una pierna que conoce muy bien la ciudad de Barcelona, y no se deja atrapar así como así. Cuando los Mozos la tienen a punto de caramelo, la pierna consigue despistarlos, y cuando escribo, el 20 de noviembre de 2017 a las 10 horas de la mañana, la pierna ni se ha entregado ni ha sido detenida. Ayer, en Estremera, Junqueras solicitó una hora más de oración para rogar a Dios por la detención de la pierna. Pero Dios no estaba por ahí, y la pierna del Gobierno de la Generalidad se escabulló nuevamente.

En lo que todos coinciden es en lo poco o nada que es querida esa pierna por el último Gobierno de la Generalidad de Cataluña, que, por otra parte, parece ser el único responsable de su nombramiento. Cuando uno se equivoca, hay que aceptarlo, reconocerlo y pedir disculpas. La humanidad es rara. Y la separatista, aún más.