Restringido

La revancha

La Razón
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Las reactivadas fuerzas de izquierda, herederas legítimas, o puede que bastardas, del viejo Partido Comunista, han demostrado nada más tocar poder que buscan la revancha. La retirada de símbolos monárquicos de las calles y de los despachos oficiales emprendida inmediatamente después de ocupar los sillones municipales y autonómicos indica a las claras esa voluntad de acabar con el pacto constitucional. Esta voluntad disgregadora del sistema de convivencia, que tan buen resultado ha dado, empuja a las fuerzas secesionistas a su propósito de eliminar los elementos aglutinadores, empezando por la Corona. Para que no falte de nada, se prohíben desde las nuevas Alcaldías actos religiosos católicos de honda tradición, con lo que la revancha se traslada a tormentosos tiempos anteriores. Los que asistimos de cerca a aquellos forcejeos iniciales de la Transición observamos con preocupación que la historia se repite. Vuelven los fantasmas del pasado. Cuarenta años después, resurgen abiertamente los partidarios de la ruptura, más o menos revolucionaria, aprovechando los efectos de la crisis económica, el descrédito de los viejos partidos y la falta de memoria histórica de las nuevas generaciones. Mientras tanto el PSOE vuelve a mirar para otro lado, pensando sólo en las urnas. Juega a la equidistancia y gasta toda su energía crítica en descalificar al Gobierno constitucional y a su presidente, como acaba de hacer Rubalcaba en un análisis panfletario que no es digno de él. Como si tampoco él se hubiera dado cuenta de lo que está pasando. En la izquierda siempre acaban prevaleciendo los asuntos y los intereses de familia, como se ha visto en los recientes pactos municipales. La diferencia con el período constituyente es que entonces el PSOE contaba con un liderazgo sólido que tenía criterio propio y un notable patriotismo. Se echa de menos esa voz autorizada y experimentada en estos momentos críticos. El Partido Comunista, de la mano de Santiago Carrillo, hizo un pacto con la Corona que ahora sus secuaces han roto unilateralmente en busca de la revancha. Allá ellos. Allá nosotros. Allá España. Esas nuevas izquierdas, sus herederas, tendrán que dar cuenta de ello.