Crisis del PSOE

La secta del pedrismo

La Razón
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Que Pablo Iglesias y sus acólitos sean los que defienden a Sánchez es una prueba más de que bien está tumbar la estatua del líder socialista, aferrado a su propio retrato. Pablo se frota las manos ante la oportunidad que tendría en unas terceras elecciones. No digamos Mariano. Como las lagartijas, tan simpáticas, Sánchez ha cambiado temporalmente la cola por la vida, porque aún se movía la noche de los cuchillos largos al salir de Ferraz con los trajes colgados en el coche, más para llevarlos al tinte y aparecer planchado que para marcharse a casa. Salamandra más bien. Veneno. Pareciera que prefiere salvar su cabeza antes de que el PSOE se divida no en dos frentes sino en dos partidos. Iglesias se arropa a sí mismo ante una posible asonada en su propia organización. En su casa las aguas tampoco bajan tranquilas. Las humillaciones a los críticos, como a Pedro, no le saldrán gratis. Pero esa guerra está aún larvándose despacio.

Pedro Sánchez, en ese trabalenguas jurídico sobre la interpretación de los estatutos, ha quedado como jefe de una de esas sectas peligrosas que acaban en suicidio colectivo. Quiso ser pope de la socialdemocracia y acaba de Papa del Palmar de Troya. La secta prepara adhesiones al líder supremo, autobuses llenos, manifestaciones, como si fuera un caudillo al que tirar pétalos de rosa a su paso el día que se reúna el Comité Federal. Iceta con Puigdemont haciendo de sacerdotisas. Pedro en el papel de dictadorzuelo con las tres clases sobre populismo que le ha dado Pablo. Cómo asaltar tu propio partido. Más que Madrid, la puerta de Ferraz parecía Caracas con esas interpretaciones de la letra que da Maduro sobre su revocatorio. Una parada militar a lo Millán Astray ahora que quieren quitarle la calle. ¡Muera la inteligencia! Unos matones de discoteca que no te dejan entrar si llevas las zapatillas equivocadas.

Sánchez es el Tom Cruise de la Cienciología socialista convertido a lo hispano en el Paco Martínez Soria de «Don erre que erre». Convendría decirle a la secta que si se unieran todos los que han dejado de votarle no habría autobuses en España, ni bla bla car en el que cupieran. Dos millones ha perdido. Pero más allá de folclore y esperpento, lo peor que le puede pasar al PSOE es que la secta provoque una escisión y que para entrar en Ferraz o vas con César Luena, el Sancho Panza de un burro, o haga falta un dron. Pedro morirá en directo o en diferido. A lo máximo que puede aspirar es a negociar la reforma laboral que tendrían que aplicarle después y que se saque luego una extra en un «Sálvame Deluxe» si bien ya ni Jorge Javier le apoya, que se pasó al PACMA. El espectáculo de la sede de ayer ha mejorado el del juicio de la Pantoja, cuando la folclórica a punto estuvo de desmayarse en las escaleras, de negro hasta las gafas. La secta de los pedristas, sin embargo, quiere llegar hasta el altar de los sacrificios. Anhela sangre. Y la tendrá.