Enrique López

La solidaridad de San Isidro

La Razón
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Decía Einstein que la mente humana es como un paracaídas, si no se abre, no sirve para nada. Esto se puede predicar en cualquier actividad humana, pero no me cabe duda de su importancia en las personas que gestionan intereses colectivos, en los que una mente sana y abierta, con altura de miras y con una gran capacidad para entender y atender los problemas de los demás, resulta primordial. Hoy, celebramos el Día de San Isidro Labrador, patrono de los agricultores españoles. Isidro es uno de los ejemplos a imitar por su sencillez y entrega a los demás y, en especial, uno de esos hombres que han intentado y han dedicado su vida a conformar una sociedad más justa. Uno de los prodigios llevado a cabo por San Isidro es la conocida «olla de San Isidro», contándose que cada año organizaba una gran comida popular en la que eran invitados los más pobres y marginados de Madrid, de tal suerte que en una ocasión el número de los presentes superó lo previsto y la comida que habían preparado no llegaba ni a la mitad de los convocados. Isidro metió el puchero en la olla y la comida se multiplicó «milagrosamente». Hu-bo para todos y más, algo muy similar al milagro de la multiplicación de los cinco panes y dos peces de Jesucristo. Su vida fue un ejemplo de entrega a los demás y, sobre todo, de solidaridad con el más pobre, algo que debe impulsar las políticas sociales de cualquier gobierno, sea cual sea la ideología del partido que los sustenta. Pero la cuestión es que algunos intentan apropiarse del monopolio de la solidaridad, convirtiendo a cualquier adversario político en un insolidario con los demás. En un país como España, donde la presión fiscal no es precisamente leve, intentar adueñase del ejercicio solidario que se nos exige constantemente, además de una boutade, es demagógico y, sobre todo, tremendamente injusto. Cuestión diferente es que no podemos confiar en la prodigalidad de los milagros y, como consecuencia de ello, hay que hacer un ejercicio responsable del uso de los fondos públicos destinado a políticas sociales, con el fin de erradicar la pobreza, la marginalidad, la vulnerabilidad y la exclusión, pero ello no puede hacerse pensando que el milagro de la multiplicación se produce todos los días, puesto que un uso irresponsable de tales fondos acabará generando a la larga más pobreza. Venezuela es un buen ejemplo de cómo políticos, que hace años legitimaban el ejercicio de su poder sobre la base del reparto de la riqueza a través de las expropiaciones, han llevado al país a una situación insostenible donde la penuria, la indigencia y la escasez se han adueñado de una sociedad en su conjunto. Decía Benjamín Franklin que un saco vacío se mantiene difícilmente de pie y esto ocurre con la economía, la única forma de repartir riqueza es generándola, de lo contrario, se gestionará la escasez y en la pobreza no hay solidaridad, solo miseria. Eso sí, los políticos que llevan a un país a esta situación jamás pasan hambre ni penurias, siempre les quedará algo que llevarse a la boca.