César Lumbreras

La «yenka» de Trump

La Razón
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La escena sucedió el pasado mes de noviembre durante la Cumbre del Clima de la ONU que tuvo lugar en Marrakech y fui testigo de ella de casualidad. El jefe de la delegación de los Estados Unidos de Obama andaba como alma en pena buscando información sobre lo que podría suceder tras la victoria de Trump en las elecciones de su país, que se produjo pocas horas antes de que comenzase esa magna reunión. Acudía completamente descolocado al español Arias Cañete, negociador por parte de la UE, al jefe de la delegación de China y al representante brasileño, las tres piezas claves en el desarrollo de ese encuentro. En un momento dado coincidieron los cuatro debajo de un parterre de la sede donde se celebró la Conferencia y, por las caras que ponían, me dio la impresión de que estos tres últimos se dedicaron a consolar al «yanqui».

Ahora, cuando se cumple un semestre largo de aquello, el presidente de Estados Unidos ha cumplido su promesa electoral, nadie lo podrá negar, y ha retirado a su país del Acuerdo de París para luchar contra el cambio climático. Esta vez no lo hizo a través de las redes sociales, sino en una intervención pública desde los jardines de la Casa Blanca, lo que puede considerarse todo un detalle a la vista de otros anuncios que ha hecho en los meses pasados sobre asuntos polémicos. Eso sí, ha dejado abierta la puerta a una renegociación del texto actual o la negociación de uno nuevo, como se prefiera, con el objetivo de que los intereses de su país no salgan perjudicados, siempre desde su óptica. Sin embargo, mucho me temo que ya lo han sido. Al igual que sucedió cuando la Administración Bush se desligó del Protocolo de Kioto, la decisión de Trump está teniendo ya un coste en términos de imagen para los Estados Unidos con carácter general, y lo tendrá para sus empresas en particular y en términos económicos cuando salgan a vender al exterior. No se puede ir contra el mundo.