Restringido

Las cartas, boca arriba

La Razón
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La mayoría de sondeos realizados después de las elecciones municipales ofrecían unos resultados que pronosticaban una importante caída de Ciudadanos que se traducía en la pérdida de la mitad de sus apoyos electorales, de un 13% a un 6,5%.

Tres meses después, un buen número de encuestas, sitúan a este partido político como la tercera fuerza del país y en una tendencia de fuerte ascenso. En sentido contrario ha evolucionado Podemos, que de estar en tercera posición, prácticamente empatados con PP y PSOE, ha pasado a registrar una importante caída. ¿A qué se debe tanta volatilidad del voto? Sin duda, las elecciones catalanas han dado un impulso a Albert Rivera, una buena puesta en escena y un buen resultado electoral, pero eso en sí mismo no es suficiente, habrá que buscar otras motivaciones. El PP recibió un cheque en blanco para gobernar y sacar a España de la crisis económica y política. Sin embargo, el Gobierno ha resultado decepcionante para muchas personas que hoy están dispuestas a retirar la confianza que un día le dieron al Sr. Rajoy.

La cotización política de los nuevos partidos se comporta como si se tratase de un mercado especulativo; de la misma manera que sube, baja, según las circunstancias que concurran en cada momento a los grandes partidos.

No hay ningún aval, ninguna garantía de que Ciudadanos cubra las expectativas de gestionar bien un país que vive una situación compleja. Nadie conoce con exactitud cuáles son sus planes para gobernar España, ni quiénes son sus equipos, ni tan siquiera, si finalmente son decisivos para formar mayoría parlamentaria, a quién darían su apoyo en la Cámara y en el ejecutivo. Esta misma semana el PSOE avisaba a los votantes de Ciudadanos de que su voto serviría para dar al PP cuatro años más de gobierno. A las pocas horas, el PP alertaba a los mismos votantes de que su voto terminaría redundando en un apoyo de gobierno al PSOE.

Más allá del voto más ideologizado de los grandes partidos, siempre ha habido un votante que ha oscilado pendularmente entre una fuerza política y otra. Algunos lo llaman el votante de centro.

Yo no creo que el centro político exista, lo que sí existe es un grupo de electores que, en palabras de Larkoff, vota ponderando una serie de circunstancias y opiniones, en algunos casos contradictorias. El ejemplo más evidente es alguien, extremadamente liberal en materia económica, defensorade la gestión privada y de la minimización de los poderes públicos incluso en lo relativo al Estado de Bienestar y, al tiempo, defensor del aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Este perfil de votante, mediatizado por la circunstancia de cada momento, es posible que ahora extienda el cheque de crédito electoral a Ciudadanos, depositando en sus siglas esperanzas. El problema es que cuando se apoya a Podemos o a Ciudadanos, se apoya, lo que en ciencia política se denomina un significante vacío, al poco tiempo descubrimos que está vacío. La mejor corroboración de esta afirmación son los gobiernos municipales que son dirigidos por Podemos, Madrid, Barcelona o Cádiz, en los que la ausencia de proyecto político se pone de manifiesto en cada improvisación, la última, la de que los universitarios se responsabilicen de la limpieza de las calles. El término se utiliza para designar un «significante» que no tiene «significado». Puede llenarse de contenido según quién lo utilice, según las demandas que éste detecte en la sociedad, y por ello, puede ser practicado por diferentes actores políticos que no responden a un mismo argumentario.

Falta aún una eternidad para que se celebren las elecciones, porque dos meses y medio es una eternidad y mucho más con la inestabilidad electoral de los últimos tiempos. Sin embargo, es muy probable que Ciudadanos no suba tanto como ellos creen, las burbujas demoscópicas las han pinchado las propias elecciones que se han ido celebrando.

En todo caso, lo que desean muchos ciudadanos es claridad, y esto exige, conocer qué quiere hacer cada partido con este país y qué soluciones pone encima de la mesa. Ante un escenario que puede reproducir la situación electoral de 1977, Ciudadanos y Podemos deben clarificar cuál es su idea de lo que podrían ser los pactos post-electorales.