Política judicial

Las monerías de Cañamero

La Razón
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Resueltas las cuitas de poder en Vistalegre, las tropas de Podemos han decidido volver a las andadas. El pleno del Congreso fue el escenario el miércoles de ese espectáculo mediático que el partido había suspendido debido a las dudas de Íñigo Errejón (el breve) y que ahora las huestes de Pablo Iglesias (el eterno) recuperan con el brío de una cría de simio desnutrido. Y quién mejor para representar el número del mico lisérgico que Diego Cañamero, diputado de la coalición por Jaén. Cañamero es a la retórica parlamentaria lo que el embudo ha sido a la moda sombrerera. Su voz en las tribunas se asemeja al eco cósmico, un ruido constante al margen del espacio y el tiempo: gritos, carteles, camisetas, pitos y flautas, todo sea por llamar la atención. Desde su marcha a Madrid, Andalucía no es lo que era. La depresión en la que se ha sumido la izquierda jornalera en el Mediodía va a transformarse en muchas tardes de gloria en el hemiciclo capitalino. Desde el inicio de la legislatura, Cañamero lidera la cruzada de la petición de indulto para Andrés Bódalo, aprendiz de bandolero de provincias a quien el partido morado quiere elevar a la categoría héroe nacional. Según la sentencia condenatoria, el ex concejal jiennense se excedió en las formas y agredió a un concejal socialista. Tres años y medio le cayeron, antecedentes penales mediante. Que el matón pasó de la palabras a los hechos está judicialmente probado; distinto es el momento jurídico de Iñaki Urdangarín, sin sentencia firme aún, pero a quien Cañamero pretende equiparar con ese risible «agitprop» a la que acostumbraba en Andalucía. El espectáculo se centró en un acoso televisado al ministro de Justicia, Rafael Catalá, que desde su escaño se preguntaría quién sería ese diputado tan mono y saltarín.