Cristina López Schlichting

Las vacaciones de Rajoy

La Razón
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La concesión de las medallas del Mérito en el Trabajo, el jueves, se produjo al día siguiente de la comparecencia de Mariano Rajoy en los tribunales, el miércoles, e hizo que los periodistas acudiésemos con mucho apetito al Salón de Tapices Moncloa a fisgonear –como es nuestro deber– los vestigios de la batalla del día previo. Estaba el presidente cansado. La piel blanquísima, que no me explico cómo se puede estar tan pálido en mitad del verano. Sólo caminar por las calles te da a una un tono moreno en Madrid. ¿Acaso ha dejado su costumbre de correr diariamente? Ese color de piel es incompatible con el running. Le falta pelo, de repente, a Mariano Rajoy. Una calvicie incipiente amenaza con separar el flequillo delantero del resto del cabello y ha trazado una línea sobre la cabeza, como una diadema de claridad. Tiene ojeras. Siempre me ha admirado el envejecimiento rápido de los presidentes. Todos han pasado por esto en un tiempo de plusmarca, como si el peso de España hiciese estragos. En Navidad –la última vez que lo saludé– estaba entusiasta y chistoso, el jueves estaba serio. A pesar de todo no baja la guardia. Cuando un anciano sindicalista perdió el hilo del discurso en el que agradecía el galardón por una vida de trabajo, se levantó caballerosamente y lo escoltó sosteniéndolo por el codo, para darle ánimos.

-¿Os vais de vacaciones? –pregunté a Viri, su mujer, espléndida en azul Klein, que es también azul Cope- «Porque está la cosa buena en Cataluña...»- añadí. La presidenta consorte dio un respingo, como si le hubiesen pinchado con un alfiler: «¡No podemos estar sin vacaciones, ya nos quedamos el año pasado sin ellas!» Le salió la esposa y madre, preocupada por la familia. «Iremos a Sangenjo dos semanas, estaremos pendientes, claro, pero...» No hacía falta la aclaración, a nadie se le oculta que han sido varios años difíciles y que a Mariano Rajoy se le pueden reprochar exceso de paciencia y cierta tibieza, pero no molicie. Y no todos somos como Cifuentes. Desde luego, si algo puede interrumpir el descanso de los monclovitas será Cataluña, donde unos pocos se creen que la ley sólo es para nosotros, los bobos.

Méndez de Vigo, el ministro portavoz, es optimista. Me dijo que no ocurriría en octubre nada fuera de la ley. Yo no lo creo, claro, los independentistas van a sacar mesas de votación. «No tienen ni papeletas, ni urnas, ni dinero, tú me dirás»,
–contestó– . «Pero la montarán en las plazas de los pueblos y las calles, intentarán ocupar edificios –argumenté–». «No va a tener lugar ninguna ilegalidad», terminó el ministro. Y yo me marché con mis dudas.

En azul celeste estaba, radiante, la ministra Fátima Báñez . Ha terminado con sobresaliente un curso donde hemos bajado, por fin, de cuatro millones de parados. Ahora intenta convencer a la patronal y a los sindicatos para que firmen acuerdos. Se va Rajoy de vacaciones, espero que regrese con las pilas cargadas para el 1-O.