Literatura

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La Razón
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Cuando escribo este artículo, se está celebrando el Día Internacional del Libro que, como de todos es sabido, es un homenaje a los dos grandes de la literatura universal: nuestro inigualable Cervantes y Shakespeare, el bardo de Uppon-on Avon, aunque por ese orden de grandeza. Es una manera de estimular la compra del libro y, sobre todo, de su lectura. Relato, para ilustrar esta última afirmación, que –hace muchos años–, cuando escribía reseñas de libros en una excelente y desaparecida revista, en los datos que daba de los libros reseñados era imprescindible su medida. Al preguntar a mi maestro Santos Sanz Villanueva el porqué de esta curiosidad, me dijo que había gente que compraba los libros según su medida para que les cupieran en sus librerías a la medida. Es decir, que había gente que comprar, compraba, pero que leer ya no estaba tan claro que leyera. Uno de los libros, el libro, que deberíamos leer y releer cada cierto tiempo es el Quijote, pero hay que desterrarlo como libro obligatorio de la ESO, con el añadido de hacer un resumen por capítulo, para evitar que nuestra juventud le coja inquina al conjunto de verdades y sucedidos más maravillosos que los tiempos han conocido. Una de las frases que yo siempre digo a mis alumnos, ya sean de la Universidad, ya sean de los cursos de lenguaje administrativo, es la referida a la sencillez: «Llaneza, muchacho, llaneza, no te encumbres, que toda afectación es mala». Y, para toda esta caterva de independentistas acomplejados y catetos, esta otra: «Andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos». Lo dicho: lean o relean este asombroso producto del ingenio humano y de un hombre auténtico como don Miguel cuya vida no fue precisamente «lopesca». De quienes sufren se aprende mucho de la vida.