Viajes

Libres de asustarnos

La Razón
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Habría sido un verano en las puntas del Mare Nostrum, de Algeciras a Estambul, igual que ese verso de Serrat, porque la consuetudinaria visita a Gibraltar, donde en el año I después del Brexit siguen aquellos “business as usual” que reclamó el Chief Minister Picardo al día siguiente del referéndum, se hubiese debido añadir una excursión futbolera a la otra punta del charco. La ruta de los comerciantes fenicios, de las galeras de Roma y de los piratas berberiscos están disponibles ahora a tiro de low cost, con despegue en el Pablo Picasso y aterrizaje sólo cuatro horas más tarde en el Kemal Ataturk: he aquí dos genios que no se conocieron pese a ser contemporáneos pero que representan ambos lo mejor del modernísimo espíritu europeo de entreguerras, hoy tan cuestionado por intransigentes de toda laya: por burgués, por pagano, por liberal, por laico... el caso es siempre preferir unas “caenas”. Vana ilusión, digo, porque la precaución determina nuestra cotidianeidad incluso cuando es ajena. Es insegura Turquía, por lo visto, más que Rusia en 2010, visitada en similar ocasión y víctima un mes después de unos atentados en el metro, en las estaciones de Lubianka y Parque Kultury, a pocas paradas y en la misma línea que el nudo de la Biblioteca Lenin, que tan familiar se nos hizo en una semana escasa de estadía. O tal vez sean menos peligrosos los tifones que asuelan el sudeste asiático con la puntual regularidad de un tren ginebrino, sin que a nadie se le ocurra renunciar por ello al chapuzón en Phuket. Cada uno es libre, sí, de asustarse con lo que quiera y es el miedo una variable decisiva en el devenir de la economía.