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Lo nuevo y lo viejo

La Razón
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El maestro Gila nos hizo reír y pensar, contándonos el efecto hipnótico y deslumbrante que producía en algunas personas saber que un objeto era americano. Todas las demás características ya no importaban, qué más daban si era americano. Nos decía: «Cada vez que te ibas a comprar algo nunca te decían lléveselo, es bueno, tiene calidad. No. Es americano. Y te quedabas...huy». Parodiaba conversaciones como esta: «Me he comprado unas gafas que polan el relufau, te angulan el ojo pero se refractarian, el sol se te reconcova dentro». «Es que no te entiendo Luis», decía el amigo. «¡Que me he comprado unas gafas americanas!». Y entonces el oyente terminaba preguntando dónde, para comprarse otras.

La misma idolatría que entonces se sentía por lo americano, la sienten ahora por lo nuevo los carentes de experiencia, de historia, y de sensatez. Critican las viejas políticas, los viejos partidos, y hasta la «vieja» Constitución, que cumple 37 años. Valorar más lo nuevo que lo viejo, sólo por razón del menor tiempo de existencia, es tan estúpido como valorar más lo viejo por la razón contraria.

Además de las glorias deportivas, en estos días también campean por España el descaro y la desfachatez que tienen los que están en un partido novicio cuando corean que lo nuevo es mejor solo porque ellos sean novatos.

Sea más nuevo o sea más viejo, siempre preferiremos lo bueno que lo malo; nos parecerá mejor lo eficaz que lo ineficaz. Estaremos con lo honrado y no con lo corrupto, con lo limpio y no con lo sucio. Confiaremos en las personas con experiencia, desconfiando de los inexpertos. Valoraremos siempre más la solidaridad que el egoísmo, lo útil que lo inútil. Y por supuesto, siempre creeremos más a los sinceros y realistas, que a los demagogos populistas.

El PSOE se fundó en 1879, es un viejo partido con 136 años de historia. Podemos es tan nuevo que «no Podemos» decir que tenga historia, más bien están aún en la prehistoria. El líder de este partido tan lozano ha criticado de forma permanente a los partidos veteranos. «El desgaste de los viejos partidos es más lento de lo que esperábamos». «Los viejos partidos de la casta». A Pablo Iglesias le parece que el desgaste del PSOE va muy lento, él esperaba más rapidez.

Hay muchas razones para discrepar de los socialistas, ninguna de ellas es por los muchos años de historia que tiene el PSOE; al revés, ese aspecto me parece claramente positivo. Lamento que los actuales dirigentes de ese viejo partido no compartan esta opinión, o al menos es lo que parece dada su cercanía al novedoso.

El acueducto de Segovia es muy longevo, los romanos del Imperio no estuvieron en España la semana pasada, ni el año pasado; fue en época del emperador Trajano, en el siglo II después de Cristo, cuando se construyó esa maravilla arquitectónica. El acueducto, reconozcámoslo, es antiguo.

El tamagotchi es una mascota virtual a la que hay que «alimentar, bañar, educar...», que tiene menos de veinte años; nació, con lo que eso se valora positivamente por el candidato de Ciudadanos, Albert Rivera, mucho después de aprobarse la vigente Constitución de España. El acueducto de Segovia, digámoslo, tiene unos «pocos» años más que el tamagotchi, ¡casi dos mil más!

A mí, y estoy por asegurar que a mucha más gente, y hasta osaré decir, sin que se enfaden los bisoños, que a la inmensa mayoría nos gusta más el viejo acueducto de Segovia que el moderno tamagotchi. El genio don Miguel Gila, que estará en el cielo hablando por teléfono con el enemigo, podría haber descrito, con su fina ironía y humor único, los «encantos» del instrumento, y si viera que ese aparato no enamora, terminaría con las palabras mágicas: ...¡Y es nuevo!... Entonces, seguramente conseguiría provocar el deseo de los inestables por el juguete con forma de huevo, como antes lo provocaba decir que algo era americano.

Un roble o un nogal, para que su madera sea tan bella y su dureza tan valorada, tardan muchos años en crecer; también hay tableros aglomerados, de fibra, y otros que se fabrican en pocos días. Son tiempos de políticos fuertes como un roble, que tengan mucha experiencia gobernando –pongamos que hablo de Rajoy–, y no de políticos de contrachapado –pongamos que hablo de los que pensáis–, aunque algunos parecen pasmados apoyando a los que les desean un desgaste más rápido de su viejo partido. Es que lo nuevo alela a los inconsistentes, y si, además de nuevo es americano –digamos bolivariano–, extasía a los irresponsables.