Elecciones autonómicas

Lo que dice el resultado...

La Razón
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... es que Pedro Sánchez debería dimitir. El fracaso del PSOE ha sido incluso mayor del esperado. Y ese juego del secretario general socialista, de conseguir resultados históricos por el procedimiento de no ser tan desastrosos como las encuestas pronosticaban, se han visto incluso superados en los comicios gallegos y vascos. En Galicia se ha consumado el peor de los pronósticos: pasar a ser el tercer partido en votos detrás de EnMarea-Podemos; y en el País Vasco –tras haber sido en el pasado el partido más votado- han pasado a ser cuartos, empatados a escaños con el PP. Todo un record. Pero no pasa nada. Sánchez que se olía el desastre, dio un golpe de efecto la semana pasada adelantando su estrategia: estudiar hoy con sus fieles los resultados y proponer el próximo sábado al Comité Federal un gobierno alternativo a Rajoy con Podemos y nacionalistas. Y esto que a algunos les pareció un plan inteligente, no deja de ser una estratagema que poco tiene que ver con lo que los ciudadanos han dicho en este último año una y otra vez. Y esa es la cuestión.

Pero la política española ha entrado –en virtud de la irrupción de nuevos partidos- en una dinámica de pactos que, por cierto tampoco es nueva. Me dirán que cuando el PSOE o el PP pactaban con Convergència o PNV, los nacionalistas catalanes no se habían echado al monte. Y tienen razón. Pero los actuales pactos municipales y autonómicos –y el pretendido gobierno- de PSOE con Podemos y nacionalistas ya no pueden engañar a nadie. Una cosa es que no quieran a Rajoy, y otra muy distinta que pacten con los que hoy quieren romper España o defienden su antesala: el mal llamado derecho a decidir. Y en esa tesitura nos encontramos. Da igual si es por el espíritu de supervivencia de un líder amortizado o por la cobardía de los líderes regionales del PSOE; la realidad es que el marasmo ideológico en el que viven los socialistas ha llevado a España a estar un año sin Gobierno y, si nadie lo remedia, a propiciar una alternativa que no puede conducir a nada. Y digo nada, porque ninguna reforma se podrá hacer sin contar con el partido conservador.

Pero las elecciones vascas y gallegas nos han enseñado más cosas. En Galicia, un líder como Feijóo ha conseguido una segunda mayoría absoluta –algo muy difícil hoy en España- y eso a pesar del desgaste de llevar siete años en el gobierno de su Comunidad, y haber soportado una intensa campaña que le tachaba de corrupto y amigo de narcotraficantes. Su éxito hace pensar a medio plazo en él como sustituto natural de Mariano Rajoy. Es lógico y, hoy por hoy, no hay nadie que pueda hacerle sombra. Por otro lado, los resultados del PP en el País Vasco parece que han superado las peores expectativas. La difícil sustitución de Arancha Quiroga por Alfonso Alonso ha conseguido que el partido mantenga su representación en una comunidad donde el PNV parece renunciar coyunturalmente a una independencia que anhela en sus estatutos. Por eso, y a la vista de las posiciones que defendía la candidata de Pedro Sánchez, Idoia Mendía, el PP permanece como único referente y defensor de la Constitución en el País Vasco.

Por todo ello, Pedro Sánchez no puede ser una duda entre la dimisión o la presidencia del Gobierno. Por lo menos en el mundo real en el que votan los ciudadanos. Debería pensarlo o, al menos, deberían reflexionarlo en su partido.