Internacional

Los dientes por el suelo

La Razón
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Como demuestran los líos diarios de la Casa Blanca, nada es lo que parece en esta broma. El rubio populista alcanzó el trono con la promesa de una regeneración. Abanderaba el cambio, dijo. Aquello era Somoda y bajo su imperio volverían los cincuenta. Si le escuchabas hablar y cerrabas los ojos, era fácil imaginar una pantalla en cinemascope surcada por haigas kilométricos. La vuelta al pasado al alcance de un voto mientras juraba liquidar el segundo principio de la termodinámica. Nada es irreversible si crees lo suficiente. Pero creer en qué, rezarle a quién. En los milagros, en él, que reía al tiempo que lo acusaban de gorila, de poner en peligro el sistema y de mantener relaciones inquietantes con los hermanos del este. Su antipolítica, sus mensajes contundentes, ese hablar claro, la promesa de enchironar a los malvados, revertir el status quo, asegurar las fronteras, quedó reducida a astillas en cuanto hubo que pasar del plató a los hechos, del micrófono en máxima audiencia al escritorio de Despacho Oval. Impagable la defensa de los hechos alternativos. Gloriosa la imagen de esa cena en la que Trump y sus hombres discuten al aire libre, rodeados de comensales, las posibles represalias contra Corea del Norte: el anuncio de que el tirano Kim Jong-un había lanzado un misil le pilló cenando; no era cuestión de levantarse de la mesa. Total, para qué, si cuando te retiras a un lugar solitario también te escuchan. Ahí tienen el triste caso del general Flynn, cazado con la corbata en las sienes durante sus charlas con el embajador ruso. Hablaron de todo, y ese todo, del que olvidó informar, incluye las sanciones contra Rusia. Normal que el autócrata Putin callara al día siguiente, cuando Obama expulsó a decenas de sus diplomáticos y espías. Había que aguardar a que Flynn y su jefe tomaran posesión. Con Trump podría entenderse, y el quítame de aquí esa Ucrania y el marrón sirio son nada comparadas con la bicoca de explotar, al fin, los recursos mineros del Ártico, libre ya de la blanda protección que le brindaba el pusilánime Obama. Hasta ahora nadie ha podido aclarar si Trump dio luz verde al meollo de las conversaciones entre Flynn y el ruso, pero sí que estaba al tanto, el FBI le informó hace semanas, y por supuesto que mintió. Fingió porque está en su naturaleza, porque la gente quiere eso, porque le pagamos para que acune al personal con nanas y otras historias para no dormir. Porque la tan cacareada rebelión contra la vieja política no es sino la insurgencia contra la realidad de un ejército de adanes. Estamos en el principio del guateque. Un macarra de corbata roja, con aspecto de botarate, conduce la diligencia. Si creían que las cosas iban mal, que necesitábamos un cambio, ya pueden agarrarse los machos. Si estaban decepcionados y aburridos, celebren, canten, rían, porque la fiesta será atómica. Acabaremos de rodillas, buscando los dientes por el suelo. Algunos, maldita sea, siempre descubren tarde que la vida va en serio.