Alfonso Ussía

Los floreros

La Razón
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Es por todos sabido que Rajoy ha resistido y manda en el Partido Popular. En Ciudadanos manda Rivera y en Podemos, Iglesias. La incógnita está instalada en el PSOE. Mis fuentes socialistas, que son caudalosas, me informan que al paso de Sánchez por los pasillos de la sede de Ferraz, se producen gestos y codazos. Y que las influyentes baronías se han propuesto exigirle a Sánchez que reduzca sus caprichos en la confección de las listas electorales. «Más socialistas y menos floreros», es el mensaje.

Le preguntaron al duque de Edimburgo por su papel en la Familia Real británica: –Soy lo más parecido a un estético florero–, respondió con su habitual acierto y un punto de cinismo. Un florero institucional o político puede llegar a ser de gran utilidad. El florero de Rajoy es Moragas y el de Pablo Iglesias, la juez Rosell, investigada por tres posibles delitos. Y los floreros de Sánchez son Zaida Cantera e Irene Lozano, cuyos lugares en la lista electoral por Madrid de las anteriores elecciones generales generaron un mosqueo monumental entre los socialistas. Madina, por ejemplo, no consiguió su escaño en beneficio de la ex militar, que soñaba con ser ministra de Defensa, que es sueño ya desvanecido. Como Irene Lozano, la regeneradora proveniente de UPyD, que ha regenerado poquísimo.

Verstrynge fue, durante muchos años, el florero de Fraga Iribarne, dignidad que sólo le disputó Isabel Tocino. Y la bellísima Carmela García Moreno fue el florero de la UCD por méritos propios, no por designación directa. Mi tía bisabuela Laura fue el florero de su marido, mi tío bisabuelo Wenceslao, que era a su vez el florero de la tía Laura. Y se llevaron divinamente. Cuando llegaban a cualquier acto social el uno al lado del otro y tomados del brazo, la imagen que regalaban era la de un estallido de la primavera. Nada tengo contra los floreros políticos. Si ahí están es porque no son prescindibles. Son floreros parlantes, con una capacidad insuperable para el elogio y la zalamería. Preguntaba Fraga a su florero: –¿Le emociona a usted el sonido de las gaitas gallegas?–; y respondía Verstrynge: –Más aún que el «Tanhausser» de Wagner, don Manuel–. –Pues entonces, no hay nada más que hablar. Sigue usted en su puesto–.

Pero en el PSOE, según me apuntan mis torrenciales fuentes, no quieren floreros en las próximas elecciones. Sánchez insiste en situarlos en posiciones preferentes, y se está topando con poderosas resistencias. Luena está al quite, pero no basta. A Luena también le zumban los oídos, y no está para allanar el camino de los floreros, que bastante tiene con asegurar el suyo. Lo señalan en el PSOE como el principal causante de los desvaríos y gamberradas pactistas de su Secretario General, y su influencia ha experimentado una merma considerable. Por otra parte, y con anterioridad a la celebración de los recomicios de junio, algunos barones del PSOE han formulado la siguiente reflexión con posterior pregunta: –Si Podemos no tiene otro objetivo que superarnos, y finalmente fagocitarnos, ¿qué ganamos apoyando a Podemos en autonomías y ayuntamientos?–. Y nadie se atreve a reconocer la gran melonada.

Aventuro ásperas reuniones y difíciles momentos y situaciones en las altas esferas del socialismo. Sánchez es un perdedor. El PSOE no es un partido que admita la derrota de antemano, y es muy probable que un Sánchez repentinamente abrumado abandone su futuro, por llamarlo de alguna manera. Y de irse, que no es acción imposible, se llevará los floreros que de nada le han servido en su patético deambular por las cumbres del socialismo. Mis fuentes no se equivocan.