Asuntos sociales

Los malos ganan

La Razón
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Las sensaciones rara vez engañan. Pueden distraernos o confundirnos momentáneamente, pero no suelen mentir. Y existe la sensación demasiado extendida de que últimamente siempre ganan los malos y los buenos se convierten en las víctimas, quedándose con la peor parte de la historia, casualmente la más injusta. Parece que los poderes establecidos, sean autoridades judiciales, administrativos o económicos, tienen cierta tendencia a dejar que los malos se salgan con la suya, se vayan de rositas riéndose incluso del resto, mientras a los buenos se les queda gesto y compostura de perdedores.

Hace unos días Antonio del Castillo se encontró cara a cara con Miguel Carcaño, único condenado por el asesinato de Marta. Por muy duchos que estemos algunos en novelar la realidad, no podemos imaginar cómo pudo este hombre controlarse para no hacer la transición de bueno a malo, una mutación que entenderíamos todos. Parece que los malos se salen con la suya con la ayuda de las leyes, los privilegios y las garantías que suelen hacer los buenos. Escribió Séneca que lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad. No estaría de más recuperar un poco a los clásicos. Ya va siendo hora de que dejen de ganar los malos y que deje de parecer que pierden los buenos.

Esta misma semana, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha dado una merecida reprimenda al Gobierno y a los jueces españoles por permitir que sus leyes y sus sentencias permitan la violación del derecho a la intimidad de las personas, personalizándolo en el caso de la cantante Paulina Rubio que ha tenido que esperar 12 años para que la justicia europea le diera la razón y recordara a los jueces españoles que toda persona tiene derecho al honor y a la intimidad personal, y que nadie puede pisotear ese derecho disfrazando la difamación con una adultera libertad de expresión. Nos queda el consuelo encerrado en las palabras de Sir Francis Bacon: «La verdad es hija del tiempo, no de la autoridad». Confiemos en que esa paternidad sea compartida.