El desafío independentista

Los remamahuevos

La Razón
La RazónLa Razón

Que nadie se llame a ofensa. Remamahuevos es un americanismo, variante del hinchapelotas, común en el subcontinente, incluso en Argentina pacata con las malas palabras. No es ofensa sino definición de personaje universal que basa su vida en el enredo, experto en medias verdades hasta la destrucción de los hechos, generador de problemas allá donde no los hay, más pesado que mano de novio, pertinaz, feliz en su condición y pobre inocente porque lo suyo antes que maldad social es compulsión mórbida. Puigdemont no está solo en esta dolencia ni es el peor de su santa compaña. Aunque las circunstancias le hayan hecho mascarón de proa. En el correo catalán a Rajoy le entiende un primero de ESO, pero la respuesta del honorable es políticamente cuán ininteligible como el clásico «como sé que te gusta el arroz con leche por debajo de la puerta te echo un ladrillo». Argumentario del pero sí, pero que no, pero que vamos a dialogar mi monólogo profuso, confuso, difuso y virtuoso e injurioso en su cirugía estética de las palabras, presentando una España opresora, represora de derechos humanos y violadora de la legalidad democrática cuando ha sido el periodista quien ha desmantelado la Constitución y su propio estatuto por lo que, en puridad, debería destituirse a sí mismo. El homenaje a Lluís Companys fue propio de la falsía mental de un remamahuevos por la distorsión histórica. Secundando a Macià aprovechó la llegada de la Segunda República para proclamar el Estado Catalán hasta que les convencieron de la bondad de un Estatuto de Autonomía. Tres años después volvía a proclamar la República Catalana, teniendo el general Batet que cañonear la Generalitat, con 46 muertos. Batet recibió de la República la laureada de San Fernando y posteriormente de Franco el fusilamiento por tibio. Companys cargó con treinta de prisión republicana siendo amnistiado por el Frente Popular en 1936. Su muerte merece un gesto de piedad como todo el que la afronta y pidió descalzarse para pisar tierra catalana, pero no deja de ser un ejemplo de traición a la República. En la «Velada en Benicarló» Azaña recuerda lo poco que hicieron los secesionistas por resistir a otros sublevados. Traicionaron a la República y ahora a la Monarquía democrática.