Cristina López Schlichting

Madrid, o el paganismo

La Razón
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Está Madrid bonita estas Navidades, lo reconozco. Y también reconozco que la decoración será reciclable para la Verbena de la Paloma y Carnaval. Incluso nos sirve «como marco incomparable» del estreno de Star Wars. Hay cerezos florecidos, copos de nieve, haces de láser... los diseñadores han hecho un escalofriante esfuerzo por multiplicar los brillos sin poner ni una sola alusión a los Reyes o el portal.

Es interesante esta alergia de los dirigentes. Gracias a ellos el concepto «Fiestas de invierno» ha entrado en nuestras vidas. Manuela Carmena ha visitado esta semana la exposición navideña «Fiesta Internacional de las Culturas» que se ha organizado en el Matadero. Se muestran allí las tradiciones de más de 300 culturas, como si el impacto del nacimiento de Cristo en la Historia fuese el mismo que el de las costumbres esquimales. En el cartel de la feria salen camellos, dragones chinos, renos y aborígenes tocando el tambor.

La aportación cultural del comité de festejos de la capital de España es el intento de que las procesiones de farolillos por el solsticio de invierno o los festejos de nieve se impongan como vía de unión con la naturaleza y espacio ecléctico de celebración pagana. Es un intento patético, por mil razones. Para empezar, porque la fuerza intensa de los cultos ancestrales ya se incorporó al cristianismo, que en sus orígenes hizo coincidir las fiestas (Navidad, Pascua, fechas marianas señeras) con los momentos del año más intensos en la tradición colectiva vigente. Cristo, por ejemplo, es la luz que alumbra al mundo al nacer en plena oscuridad de Diciembre. Y su Resurrección coincide con la eclosión de las flores, en Primavera; mientras que hay muchas fiestas marianas a mediados de agosto, porque Ella es tan brillante con el sol esplendoroso. Hay millones de ermitas e iglesias construidas sobre lugares previos de culto celta, ibero, arévaco, fenicio o precolombino. Sencillamente, el sentido religioso no fue inventado por el cristianismo. Es tan potente el signo de Dios en el hombre que florece en todos los ambientes.

Volver atrás no tiene ningún sentido. La repaganización es un atraso que reduce a la nada la carga emocionante de compasión y humanidad que el cristianismo ha traído al mundo, su sentido de la igualdad entre todos y hasta la equiparación de dignidades entre la mujer y el varón. Sólo cabe explicar este empeño desde una profunda ignorancia.

Con ingenuidad torera, los concejales de Carmena nos quieren «reconectar con el universo» y acoplar a los «ritmos de la naturaleza». Nos hablan de matriarcados ancestrales y ritos de fertilidad. Son balbuceos poderosos de la humanidad que, sencillamente, culminaron en las obras de Miguel Ángel o el Réquiem de Mozart y que espiritualmente han dado ejemplos tan perfectos como San Francisco de Asís o Madre Teresa. Animo de verdad a Manuela Carmena a valorar el cristianismo como eje de la Navidad y la civilización. Como eje de Madrid. Estoy segura de que hay mentes capaces de hacer adornos hermosos con nuestras tradiciones.