Ely del Valle

Maldición

Como en muchos matrimonios que acaban en ruptura, el fracaso de las expectativas electorales de UPyD está sacando a flote los rencores, envidias, egos e intereses que permanecían ocultos mientras hubo escaleras que subir. La derrota en Andalucía del que, hasta la irrupción de Podemos y de Ciudadanos, se perfilaba como la gran esperanza blanca para desbancar a los nacionalistas de su papel de bisagra, está descomponiendo el gran proyecto de Rosa Díez en el que, como reconocía hace dos días David Ortega, candidato de la formación al Ayuntamiento de Madrid, se han dejado heridas abiertas que requerían puntos de sutura y no una tirita colocada de mala manera.

Tarde o temprano, todos los partidos pasan por una crisis de adolescencia; por un movimiento de su estructura que sirve, como ocurre en cualquier edificio, para que los cimientos se asienten sobre el terreno, y que suele dejar grietas en los tabiques que no pasan de ser estéticas a no ser que afecten a las paredes madre. A UPyD, sin embargo, la crisis le llega cuando apenas ha salido de la primera infancia y amenaza, directamente, al pilar sobre el que se ha edificado.

Durante el septenio de gloria, Díez ha hecho y deshecho con el beneplácito de algunos de los que ahora le echan en cara errores que no les son ajenos. No hay más que recordar el episodio Sosa Wagner y la carta de Irene Lozano, por poner algún ejemplo. Basta con echar un vistazo a la Historia para saber que, cuando llegan las derrotas, los césares suelen morir apuñalados por los mismos que en su día les coronaron de laurel. La incógnita, sin embargo, no está tanto en saber si Rosa Díez sobrevivirá a Bruto como en descubrir si los cimientos que ha construido son capaces de resistir o terminarán sucumbiendo a la maldición que parece haberse apoderado de los partidos que llevan la unidad en sus siglas.