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Ángela Vallvey

Manus

La Razón
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Una amiga me cuenta una delirante reunión navideña con familiares. Para ser exactos, con miembros de su familia política. Ella, al menos, creía que se trataba de familiares, pero al llegar allí se dio cuenta de que no. Que mi amiga no es considerada un miembro de la familia. Descubrir algo así después de llevar quince años con su pareja, le resultó un duro golpe emocional del que difícilmente se repondrá. El problema es que no está «legalmente» casada, y por tanto, sus presuntos familiares políticos no creen que tenga derecho a reclamar un lugar en el clan. Le he aconsejado que alegue que el suyo es una especie de matrimonio «sine manus», y dejar así boquiabierto al cretino prejuicioso de su aparente cuñado, que le dijo a la cara que ella no era de la familia porque allí el único cuñado que había era él (y tanto). La «manus», en la antigua Roma, era (simplificando) algo así como la potestad (la «patria potestas») del paterfamilias sobre la esposa, de manera que la mujer casada entraba a formar parte de la familia de su marido, quedando en absoluta dependencia de él (o de su suegro, su cuñado, etc., en caso de que fuesen pereciendo o resultando inútiles ante la ley), dejando así de pertenecer a la que hasta entonces había sido su familia natural, de nacimiento. Algunos expertos dudan que hubiera realmente matrimonios «sine manus», pero otros apuntan que pudo haber existido esa fórmula. Ello habría significado que la mujer estaba casada con un hombre, convivía con él e incluso tenía hijos suyos, pero conservaba la pertenencia a su familia de origen, no se encontraba bajo la potestad de su marido. Ni ella, ni sus bienes. Aunque al final, todas las mujeres terminaban bajo la «manus» del esposo, aunque solo fuera por el «usus» del matrimonio... Con lo modernos y avanzados que dicen que somos, resulta tremendo toparse con personas tácitamente preparadas, cultas se diría, como la falsa familia política de mi amiga, con quienes ella ha convivido lustros, que se niegan a aceptar una unión «no legalizada». Hoy, cuando la reina Isabel de Inglaterra abre sus palacios y sus brazos a la novia «interracial» de su nieto, existe gente supuestamente ilustrada, de clase alta, que desprecia a una mujer profesional, libre e independiente como antaño haría con... una concubina. (Y, luego, dicen que avanzamos. Será marcha atrás).