Iñaki Zaragüeta

Maquillaje al fracaso

La Razón
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Por muy agnóstico, incluso ateo, que sea, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, debería dar gracias a la Divina Providencia –divina providencia, si así lo prefiere– por cómo ha compensado su rotundo fracaso electoral de las autonómicas y municipales frente a su gran adversario, el Partido Popular. Ni en sus mejores sueños podía aspirar a recoger mayor cosecha en forma de Gobiernos autonómicos, Diputaciones y Ayuntamientos habiendo sido derrotado en casi todos por la organización liderada por Mariano Rajoy.

Por poner un ejemplo, en la Comunidad Valenciana, la que más cerca me queda, los socialistas bajaron de 33 parlamentarios en 2011, a 23 el pasado 24 de mayo –la mayoría absoluta está en 50 escaños–, y sin embargo lograron lo que jamás habrían pensado con ese resultado: la Presidencia de la Generalitat. Así en multitud de instituciones. Por no hablar de su descalabra personal con la designación de Ángel Gabilondo como candidato a la Comunidad de Madrid, ciscándose en las primarias que tan afanosamente defiende. Pero, ya se sabe, el éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano.

De ahí que el PSOE no recogiera nada de esto en el balance del curso político que ayer presentó. El acceso a numerosas poltronas ha facilitado una interpretación engañosa de la realidad, ha minimizado la derrota y ha eliminado los efectos de la frustración. Ahora bien, Sánchez debería reflexionar sobre su futuro y tener en cuenta, como dicen en mi pueblo que «aunque a la mona se vista de seda, mona se queda». Quiero decir con ello que, por más que te inciten las apariencias, las cosas son como son, no como queremos que sean. Así es la vida.