Alfonso Ussía

Maradona Gámez

Agustín de Foxá no se llevaba bien con Celia Gámez. Le escribió a la gran cupletista argentina un soneto devastador, siempre a su manera, caprichoso en el metro y en la rima. El general Millán Astray, gran amigo y posteriormente padrino de boda de Celia Gámez, se animó a retar a Foxá a un duelo en la Casa de Campo. «Mi general, no puedo aceptarlo. Estoy muy gordo, disparo muy mal y Vuecencia dejaría a España sin su mejor diplomático». Al general le hizo gracia la salida de Foxá y pelillos a la mar. El soneto era terrible. «Tú, que naciste en las porteñas hampas,/ y del amor conoces los oficios,/ oh vieja zorra de las anchas Pampas/ que enamoras marqueses pontificios./ Tú, que cantas esos tangos con ojeras/ repletos de memeces argentinas,/ y tratas a marquesas tortilleras/ confundiendo Meninas con mininas./Los prognatas toreros que complicas/ por ti se tornan en babosos toros./ Vas al teatro con señoras ricas,/ y estrenas obras con cretinos coros/ escritas para ti, por los maricas/ que sueñan con los culos de los moros». Omito la identidad de la marquesa tortillera, pero Foxá aprovecha el soneto para arrear mandobles a diestro y siniestro. El marqués de Amboage, Juan Belmonte, el maestro Moraleda y la Guardia Mora de Franco. «Es muy guapa, pero se pinta demasiado», decía como excusa.

Doña Celia se marchó hace años a otras nubes, pero algo más fea se ha presentado de nuevo en Buenos Aires. Deduzco que el que fuera gran futbolista y mayor farsante se ha dejado influir por su amiga, la presidenta Cristina Fernández, asidua visitadora de quirófanos de estética. Enviudó, se operó y parece un pato. Uno, modestamente, tiene observado que los años no perdonan por mucho que pretendan engañarlos. Y Maradona lo ha intentado con pésimo resultado. Se ha sometido a un estiramiento facial y ha salido del quirófano como la hermana fea de Celia Gámez. Todas las bellezas rutilantes tienen una hermana fea, y a doña Celia le ha venido tarde la suya, Maradona Gámez. La genética es muy injusta. Sharon Stone, una de las mujeres más guapas y atractivas de este entresiglos, tiene una hermana que parece un conejo desorejado. No obstante, mucho más atractiva que Maradona Gámez. Sea recordada la pregunta de Joaquín Garrigues a Agustín Rodríguez-Sahagún. –Agustín, ¿cuál es el nombre de tu peluquero?-. A Maradona habría que preguntarle por la identidad de su cirujano de estética con el fin de enviarlo a la Antártida una temporada para que conviva con los pingüinos. Se cuenta que Rostropovich viajó a la Antártida en el buque de la Armada española «Hesperia». En el silencio de los primeros bloques de hielo, le rogó al capitán que se oyera en el barco la Séptima Sinfonía de Bethoven. Un numeroso grupo de pingüinos se desplazó hasta el borde de una plataforma helada para oír esos sonidos desconocidos y maravillosos. Decía Rostropovich que parecían componentes de una orquesta vestidos de frac. Y el genio, a bordo del «Hesperia», procedió a dirigir la Séptima como si fueran los pingüinos sus músicos.

Para disimular el atroz resultado de la intervención quirúrgica, Maradona ha cambiado de peinado y se colorea los labios con un carmín de tono intermedio. Para colmo, cuelgan de sus preciosos lóbulos orejeros sendas perlas que contribuyen al adorno. Es decir, que está hecho un adefesio. Para los amantes del deporte de todo el mundo, Maradona es un genio del fútbol y un tramposo descomunal. En Argentina, es casi Patrimonio Nacional, y no es justo tratar de esa manera a quienes lo adoran.

Se ha equivocado Maradona Gámez. Y ahora, a ver quién es el guapo que se atreve a arreglar el desaguisado. Como le reprochaba Foxá a la Gámez, «se pinta demasiado».