Alfonso Ussía

María la Grande

La Razón
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Tomaba el aperitivo en un conocido bar de la Parte Vieja de San Sebastián, muy cerca del púlpito marinero de Santa María del Coro y del muelle enfaldado por el monte Urgull. Tomaba el aperitivo, después de una mañana de trabajo y lucha en compañía de Gregorio Ordóñez. Inesperadamente, el rostro del valiente concejal del PP en San Sebastián se hinchó como un globo y su cabeza ensangrentada cayó sobre la mesa. María, horrorizada, salió a la calle a preguntar si alguien había visto al asesino terrorista. Nadie se atrevió a darle una respuesta, una indicación o un gesto. En el bar, con un agujero en la nuca yacía muerto Gregorio Ordóñez.

María permaneció en San Sebastián. Desaparecido Goyo Ordóñez, ella era el mástil del Partido Popular. Su vida perdió la libertad. María era vigilada, seguida y malmirada. Su fuerza y arrebatadora simpatía, así como su miedo y su dolor, los puso incondicionalmente del lado de las víctimas. Era aquel PP heroico de Jaime Mayor Oreja, Gregorio Ordóñez, José Antonio Ortega Lara, Carlos Iturgaiz, Regina Otaola... y María. Y muchos más, que ofrecieron sus nucas a los canallas de la ETA para que comprendieran –inútil pretensión–, que aún quedaban vascos de verdad en las provincias vascongadas. María, acompañada de otra concejal del PP, después de mucha insistencia fue recibida por el entonces malvado obispo de San Sebastián, José María Setién. Cuando accedieron a su despacho, el señor obispo no tuvo la deferencia de levantarse para saludar a sus visitantes. Les señaló unas sillas. María le dijo a Setién que, como católicas y representantes de los donostiarras, no se sentían amparadas por su obispo, que dedicaba sus cariños a los verdugos y jamás a las víctimas. Monseñor Setién, sonrió despectivo y les preguntó: «¿Dónde está escrito que hay que querer por igual a todos los hijos?». Abandonaron el despacho sin que el señor obispo, nuevamente, se levantara de su asiento para despedirlas.

María venció al terror, a la injusticia, al desamparo, al abandono y a un cáncer que estuvo a punto de hacer un gran favor a los terroristas. Pero no venció a su partido político, por el que había entregado toda su inteligencia, su valor y su fortaleza. Me decía un eminente oncólogo de Madrid que en muchas ocasiones, el sufrimiento anímico reduce las defensas del cuerpo y es el origen de los tumores cancerígenos. María, desamparada por los suyos, se refugió en el rincón del olvido, acompañada del resto de los héroes que habían representado al PP en el País Vasco y Navarra durante los años más sangrientos y difíciles.

Pero es demasiado grande María para rendirse. Hoy dirige el «Proyecto Dignidad» de la Fundación Villacisneros, presidida por un navarro valiente –es decir, un navarro de verdad–, Íñigo Gómez Pineda. Impulsar la investigación de los 400 atentados de la ETA que están sin resolver, y retomar el camino de la justicia para los terroristas. Y ya se han recogido algunos frutos de ese árbol admirable y justo, que en nada se parece al nogal en el que recolectaba Arzallus las nueces cuando la ETA meneaba las ramas.

En una entrevista en Es.Radio, Federico Jiménez Losantos le ha preguntado en qué partido político milita en la actualidad después de haber sido el PP tan ingrato con ella y con su alforja de trabajo y sufrimiento. Y María la Grande, sin darse importancia, como siempre, llana y sencillamente le ha respondido: «Sigo siendo del Partido Popular. Los que no son del Partido Popular son los que están ahora».

La respuesta, como poco, merece un respeto, un análisis y un pensamiento de «los que están ahora».