Rafa Nadal

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La Razón
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Es lo que tiene dejarte los años y las pestañas en la tele. Una empieza a creer que, aunque sólo sea por veteranía, comprende el corazón de los consumidores de informativos. En base a ello y al criterio profesional, preparamos espacios de noticias y después, cada mañana, comprobamos si estuvimos acertados examinando la curva de la audiencia. Nuestro gran motivo de alegrías o crisis, el mismísimo pan que nos jugamos cada día se concentra en esa curva que realizan los audímetros. Decisivos aparatos de leyenda que prácticamente nadie ha visto. ¿Tú sí? ¿Cuántos hay, cómo son, dónde están? Podría decirse que forman parte de la magia de la televisión.

Según esos chismes misteriosos, a los espectadores españoles, sin duda seres sensibles y solidarios, al ver un espacio informativo, les interesa, sobre todo, lo que ocurre cerca de ellos. Los temporales, las injusticias sociales, los crímenes (véase el caso terrible y reciente del «te voy a dar donde más te duela»). El fútbol siempre mueve montañas, o ese deportista excelente que nos hace ganar competiciones (véase el tenis majestuoso de Rafa Nadal). Sin embargo, con la mayoría de asuntos internacionales tendemos a cambiar de canal, la curva televisiva baja (véanse las últimas manifestaciones masivas en Rumanía). Somos cotillas, el corazón y las alfombras rojas devuelven millones de miradas a la pantalla, la curva sube. Y en paralelo, emerge el fenómeno Trump. El presidente estadounidense aúna varias virtudes incuestionables: es un «outsider» carismático, provocador, exhibe una familia de revista y sus decisiones sí tienen efectos planetarios. Trump interesa a todas las franjas de edad. No tanto la corrupción política. Ese mal que, lo mismo que la hambruna africana en los ochenta, va perdiendo interés en estos tiempos por tratarse de un problema social, asumido y crónico. El atractivo de la política entre los espectadores, por lo general, depende de sus protagonistas. ¿Qué pasa con Artur Mas? Hoy deberá explicarse ante el juez por haber permitido la consulta ilegal del 9N. Ya nos ha anticipado que caminará «con la cabeza alta», mientras, en la calle, una gran manifestación de apoyo, preparada con mimo, dibujará «la aceleración del procès». Hoy él y los suyos abrirán, previsiblemente, los informativos. No tanto porque nuestra audiencia les estime, sino por la gravedad de los acontecimientos. Hace ya mucho tiempo que, cada vez que habla Mas, la curva disminuye. Mas es más de lo mismo, valga la redundancia.