Ely del Valle

Más de ochocientos

La Razón
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Nos echamos las manos a la cabeza cada vez que el terrorismo yihadista mata y sin embargo aceptamos que quienes han hecho exactamente lo mismo a lo largo de cincuenta y ocho largos años, pretendan hacer borrón y cuenta nueva tras hacernos el favor de entregar las pocas armas que les quedan y que seguirían utilizando si no fuera porque la lucha antiterrorista les ha convertido en un desecho de tienta.

Sin apoyos, sin infraestructura y sin cabeza visible la banda terrorista ETA se presenta ahora alardeando de condescendencia como si el asesinato a sangre fría tuviera distintos grados y sus asesinados sólo hubieran sido un daño colateral necesario. Ochocientos cincuenta y ocho muertos equivaldría a la suma de las víctimas del 11 de marzo en Madrid, las del atentado de noviembre de 2015 en París, las del avión de Germanwings que estrello un copiloto suicida, las provocadas por el terrorista del paseo de los Ingleses de Niza, las de los atentados en el aeropuerto y en el metro de Bruselas hace un año, las del atentado en Bagdad de julio de 2016 y las de los bombardeos químicos en Siria de hace apenas unos días. Con cada uno de estos sucesos nos hemos echado las manos a la cabeza y a nadie en su sano juicio se le ocurriría entablar conversaciones o hacerse una foto con los asesinos que provocaron una sola de estas matanzas a cambio de que entregaran sus armas.

La banda terrorista ETA los ha asesinado a todos, y no se ha disuelto porque nunca ha tenido la voluntad de hacerlo. Su historial no se blanquea con una manita de pintura, ni sus víctimas van a recuperar la vida que les quitaron con el intercambio, ni la salvajada deja de ser menor por haberse dilatado en el tiempo. Y el que no quiera verlo es porque prefiere mirar hacia otro lado que hacerlo a los ojos de quienes piden justicia para sus muertos.