Barcelona

Más indignación que miedo

La Razón
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La revelación escandalosa de los planes secretos de los independentistas catalanes para romper con España ha levantado una ola de perplejidad e indignación y ha puesto en un brete a las instituciones del Estado. Como ha dicho el escritor austriaco Peter Handke al aterrizar en Madrid, «lo de Cataluña da miedo». Es difícil urdir un plan más antidemocrático y chapucero, mientras el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont –¿de qué se ríe este hombre?–, escoltado por Junqueras y Romeva, exigía al Gobierno español desde una sala del Ayuntamiento de Madrid «sentido de Estado» ¡para negociar el referendum de la ruptura de España! Golpe de Estado, golpe contra Cataluña, fraude jurídico, delirio, chantaje... son algunos de los calificativos que los dirigentes catalanes se han llevado en las alforjas de vuelta a Barcelona. Las dos citas de autoridad aportadas por el orador propagandista para forzar un cambio de actitud del Gobierno central en relación con la consulta están falsificadas. El presidente Suárez trajo a Tarradellas del exilio precisamente para impedir lo que está haciendo Puigdemont desde la Generalitat traicionando el «espíritu Tarradellas». Y la afirmación del rey Felipe VI en Gerona de que la democracia se manifiesta en las urnas no tiene nada que ver, con el referéndum fraudulento e inconstitucional que pretenden. Hace tiempo que los nacionalistas catalanes viven de la posverdad. Y han conseguido engañar al pueblo.

Llegados a este punto en el que se barrunta cercano el precipicio, el presidente Rajoy, directamente concernido, se encuentra ante sí con tres corrientes de opinión política que conducen a tres escenarios distintos: 1.- Mantenerse impertérrito como hasta ahora, dejando el problema en manos de la Justicia sin presentar ninguna otra iniciativa política salvo la invitación a Puigdemont a que someta sus planes a la consideración del Congreso de los Diputados, y dar así tiempo al tiempo, consciente del poder final y la fuerza del Estado. 2.- Buscar una fórmula, sin romper las costuras de la Constitución, si es que esto fuera posible, para pactar el contenido, las condiciones y el alcance de esa pretendida consulta popular en Cataluña. Cabría la variante de un referéndum en toda España con la siguiente pregunta a los españoles, incluidos los catalanes: «¿Desea usted que Cataluña siga formando parte de España?». 3.- Hacer frente abiertamente al golpe de Estado con la Constitución en la mano y suspender ya, del todo o en parte, por un tiempo determinado la autonomía en Cataluña. (Lo de cambiar la Constitución para establecer un Estado federal con el reconocimiento de Cataluña como nación, que es la tesis socialista, necesita tiempo y no parece que fuera viable dada la composición actual de las Cortes ; tampoco satisfaría a los soberanistas ni al grupo mayoritario del Congreso y del Senado). Apuesto, conociendo al personaje, a que se impone el primer escenario, resistiendo hasta el borde del precipicio.